Una de las aficiones de las personas del Primer Mundo es chismorrear sobre las intrigas municipales, aunque no sepamos mucho de lo que se cuece realmente en nuestras alcaldías.
Clemence (Isabelle Huppert) es alcaldesa de un pequeño pueblo del extrarradio de París. Tras doce brillantes años de gobierno local, ha prometido dejar el cargo, y no sabe a qué se va a dedicar. Pero tiene una espinita clavada en un costado. En las afueras de su población hay un barrio degradado, Los Bernardinos, que necesita una inyección de liquidez para que los ocho edificios en total no sean declarados en ruina y vendidos tras desahuciar a los vecinos. Por cierto estos vecinos de renta baja pagan un pastón a su misterioso casero, que no invierte en la salubridad de los edificios.
Mientras tanto a Clémence le han propuesto ser ministra. A lo largo de la película también se planteará mandar al cuerno su imagen y presentarse a un tercer mandato, a despecho de lo prometido a su teniente de alcalde, Negré. En fin, todo un thriller político sobre lo que más nos gusta, la politica municipal.
Veremos las maniobras políticas y electorales de los personajes, los intereses encontrados, para poder cumplir la promesa de que el barrio de los Bernardinos será restaurado, desde un funcionario municipal criado en el barrio, Yazid (Reda Kateb) que se las ve y se las desea para que hagan caso de las promesas de Clemence, un vecino del barrio adolescente con mañas de chantajista y un casero misterioso, que al final es desenmascarado. Al casero no sabemos lo que le pasa porque la trama termina cuando el presupuesto es aprobado.
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