martes, 2 de diciembre de 2025

Entrevista dramatizada con la tanatóloga Elizabeth Kübler- Ross

 


Entrevista dramatizada con Elisabeth Kübler-Ross

(Versión ampliada con testimonios ficticios)

Escenario:
Una sala silenciosa, iluminada con luz cálida. En el fondo, un ventanal por el que entra un atardecer naranja. Una mesa redonda. Frente a ella, Elisabeth Kübler-Ross, vestida con sencillez, manos entrelazadas. A un lado, el entrevistador. Al fondo, una mujer mayor —un personaje ficticio—, esperando para compartir su testimonio.


I. La conversación comienza

Entrevistador:
Dra. Kübler-Ross, usted dedicó su vida a acompañar a quienes se encontraban en el umbral de la muerte. Si pudiera hablarnos hoy, ¿cómo describiría ese tránsito?

Kübler-Ross (con serenidad):
Lo describiría como un regreso. Un desprenderse suavemente… como si uno soltara una carga que llevaba desde hacía demasiado tiempo. Es menos un final que un cambio de estado, como el agua que se convierte en vapor. No desaparece: se transforma.

Entrevistador:
Usted escuchó miles de relatos de personas al borde de la muerte. ¿Había algo que se repitiera?

Kübler-Ross:
La paz.
No la paz como ausencia de dolor, sino como una aceptación profunda. Muchos describían una luz, otros una presencia que los acompañaba. Algunos hablaban de ver a sus seres queridos ya fallecidos. Casi todos, de una sensación de no estar solos.


II. Un testimonio dramatizado

Entrevistador:
Hoy nos acompaña alguien que vivió una experiencia cercana a la muerte. Ella ha accedido a contarnos lo que recuerda. Señora Clara, gracias por estar aquí.

Clara (entra despacio, apoyándose en un bastón; su voz es suave):
Lo que viví… no sé si llamarlo “más allá”, pero fue más real que cualquier sueño. Yo tenía 72 años cuando tuve aquel infarto. Recuerdo el ruido de las máquinas apagándose… y de pronto ya no había ruido.

(Hace una pausa. Sonríe.)

Sentí que flotaba. El dolor se había ido. Vi a mi madre —había muerto hacía décadas—, no como la mujer enferma que recuerdo, sino como si aún tuviera fuerza en las manos. No hablamos, pero entendí que no estaba sola. Y luego… una luz. No una lámpara, no un túnel: más bien una claridad que parecía saber todo de mí.

Entrevistador:
¿Tuvo miedo?

Clara:
Curiosamente, no. Era como si… como si me hubieran quitado un peso enorme. Pero entonces escuché una voz —la de mi nieto, llorando— y supe que tenía que volver. No decidí nada; simplemente desperté. Y aquí estoy.

Kübler-Ross (conmovida):
He escuchado relatos como el suyo tantas veces… Y aunque cada experiencia es única, comparten ese hilo común: la conexión, el amor, la sensación de continuidad. No podemos saber con certeza qué significa, pero sí sabemos que transforma a quien lo vive.


III. La revisión de la vida

Entrevistador:
Doctora, usted ha hablado del concepto de una “revisión de vida” en el momento de morir. ¿A qué se refiere?

Kübler-Ross:
Aunque no puedo afirmar que sea literal, muchos pacientes describieron ver su vida “desde fuera”: momentos felices, errores, heridas que habían causado sin saberlo.
Pero no había juicio: solo comprensión.
Es como si uno se viera con una claridad compasiva, sin mentiras ni máscaras.

Clara (asintiendo):
Exactamente. Yo vi… pequeñas cosas. Una discusión vieja con mi hermana. Un gesto que creí insignificante pero que había herido a alguien. Y también todo lo que había amado. Fue como leer mi vida de inmediato.


IV. Qué nos espera —o lo que podemos imaginar

Entrevistador:
Si tuviera que describir metafóricamente lo que hay después, ¿cómo lo haría?

Kübler-Ross:
Lo describiría como un regreso al hogar, pero no un lugar físico… sino un estado. Una presencia amorosa, un reconocimiento profundo.
Nada que castiga. Nada que exige.
Solo un espacio donde uno se reencuentra con lo esencial de lo que fue.

Clara:
Si me permite, doctora…
Para mí fue como si por fin entendiera que todo estaba bien. Incluso mis errores. Como si me dijeran: “Lo hiciste lo mejor que pudiste con lo que sabías.”


V. Para quienes temen la muerte

Entrevistador:
¿Qué le dice, doctora, a quienes sienten un miedo inmenso a la muerte?

Kübler-Ross:
Que el miedo es humano. Que no hay que luchar contra él. La muerte no exige valentía; exige sinceridad.
Morir, al final, es un acto de rendición. Una suavidad. El cuerpo se apaga, pero la experiencia suele ser tranquila, incluso luminosa.

Entrevistador:
¿Y a quienes se quedan?

Kübler-Ross:
Que vivan sin guardar palabras. Que pidan perdón cuando aún hay tiempo. Que amen sin postergarlo.
Porque lo único que permanece más allá —si es que algo permanece— es el amor que supimos dar, el que permitimos recibir, y la huella afectiva que dejamos en otros.


VI. Epílogo

Clara (poniéndose de pie lentamente):
No sé qué habrá realmente tras la muerte. Pero desde aquella experiencia… ya no le tengo miedo.

Kübler-Ross:
Y ese, quizá, es el mayor regalo del umbral: enseñarnos a vivir mejor.

(La luz del escenario se atenúa. El atardecer se convierte en un dorado profundo. Los personajes quedan en silencio.)


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