1919. El cabo Adolf Hitler tiene problemas. La Primera Guerra Mundial ha finalizado y su principal preocupación es no ser desmovilzado. Sin ninguna habilidad especial, sin oficio ni estudios, se postula como representante de su unidad para que se le permita seguir en el Ejército. No le ha interesado la política hasta ese momento. Le disgustan los comunistas y los separatistas bávaros, pero ese es el sentimiento general de una población civil que no ve claro su futuro tras la derrota.
En su nuevo papel de representante de la compañía está obligado a hacer unos cursillos de propaganda. El objetivo es que los soldados de infantería no se sientan tentados por los cantos de sirena de la revolución marxista, que tanto daño ha hecho a Alemania con la revuelta de los espartaquistas.
Thomas Weber, un historiador alemán que ya ha desmontado los mitos del dictador sobre su participación en la Primera Guerra Mundial (LA PRIMERA GUERRA DE HITLER. Editorial Taurus) ahora vuelve a la carga con un nuevo libro que deja como líder a los pies de los caballos al Fuhrerh (CÓMO HITLER SE CONVIRTIÓ EN UN NAZI. DEL SOLDADO APOLÍTICO AL AUTOR DE MEIN KAMPF (Editorial Propyläen, en alemán).
Según él, absorbió de su mentor Karl Mayr todos sus trucos como orador. Aprendió a convencer a las masas con un espectáculo melodramático, con mucha gesticulación. Lo que no aprendió es a debatir ni planificar tras un análisis detallado. No se sentía cómodo razonando sus argumentaciones.
Tampoco su carisma fue imparable. Le gustaba aplicar sus dotes de persuasión con pequeños grupos de soldados, a los que podía convencer de uno en uno sobre lo malo que era volverse comunista.
Cuando empezó a actuar como un nazi pasó desapercibido. Hablaba en tabernas de mala muerte. En una ocasión casi lo linchan a golpes los oyentes. Tuvo que interponerse entre él y los puños un marinero escocés de permiso.
Fue tras su intento de imitar la marcha sobre Roma de Mussolini en 1923 cando adquiere notoriedad entre las clase altas, mas reaccionarias, celosas de sus privilegios y antisemitas de lo que lo era él en 1923. De hecho estuvo a punto de no ser recordado. Hitler, tras su fracaso en Munich, intentó huir a Austria y pasar a la clandestinidad, pero el coche no llegó lejos y fue arrestado en casa de nos amigos. Su estancia en la prisión de Landsberg le ayudó a reflexionar, y se adherió a la teoría del espacio vital como una formula para revertir las draconianas consecuencias del Tratado de Versalles (1919) y evitar otra debacle parecida en el futuro. El antisemitismo lo copió de sus mecenas de las clases adineradas porque era de buen tono en aquellos círculos.
El resto es historia.
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