El resultado ha sido la muerte de cuatro personas, entre ellas la veterana de la Fuerza Aérea, Ashli Babbitt. Esta mujer de 35 años fue alcanzada tras tratar de penetrar en el Capitolio por una ventana a manos de un policía atrincherado. El espectáculo recordaba más a una invasión de vándalos que a una reivindicación. Se exhibieron banderas confederadas, se saquearon obras de arte, se disparó por ambos bandos dentro del edificio, y los incursores se llevaron varios documentos de la mesa de la Presidenta del Congreso, Nabcy Pelosi.
Pelosi y el vicepresidente, Mike Pence, fueron sacados por el Servicio Secreto del edificio y llevados a un lugar seguro, junto con otros congresistas y senadores. Ningún político estadounidense resultó herido.
El presidente entrante, Joe Biden, ha culpado del incidente de autogolpe, algo muy propio de los países latinoamericanos, a la ambigüedad con que se ha manejado en las redes el presidente actual, Donald Trump. Por un lado dice que Estados Unidos es el Estado de la Ley y que regresen a sus casas pero por el otro insiste en que hay una conspiración en su contra. Ha vegetado en el poder, ha utilizado las diferencias sociales para convertirse en un producto de consumo político apetecible para la gente de clase media que tiene miedo de perder poder adquisitivo - los desprecia- y ha gestionado mal una crisis sanitaria.
Los republicanos temen que la actitud del presidente les aleje de la Casa Blanca un periodo prolongado y se están alejando de él, que no es más, después de los incidentes del 6 de enero de 2021, que un muerto político. Biden habla de estrenar la 25ª Enmienda, que trata de destituir a un presidente cuando está impedido psicológicamente o físicamente para ejercer el mando. También se habla de impeachment, algo más utilizado en política en Estados Unidos. Sería el segundo después de haber quedado bien librado tras un juició por la presunta injerencia de los Servicios de Inteligencia rusos en las elecciones presidenciales de 2016.
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