"Me sorprendió acceder a una relación de perdedor, al menos en sus inicios, por parte de Napoleón. La descubrí mientras me documentaba para escribir LA CINTA ROJA, sobre la aragonesa Teresa Cabarrús.
Cuando llega a París Napoleón solo es un oficial corso, y para los franceses, que son muy centralistas, equivale a proceder del fin del mundo. Sus botas tienen las suelas estropeadas y es muy bajito. Josefina, cuando lo conoce, lo llama "perro mojado" porque Napoleón lo llevaba muy largo. Se casan y Napoleón empieza sus campañas por Europa. Las cartas que envía con Josefina son tan patéticas que se te cae el personaje: le pide que no se acueste con demasiados hombres porque la quiere. Con Josefina, Napoleón actúa como un felpudo, como un cornudo llorón. Josefina mandaba en esa relación. Napoleón puede ser el emperador de los franceses pero en presencia de Josefina, en la intimidad, es un hombrecillo inseguro.
La relación con su hermano mayor José tampoco dista de ser buena. Napoleón envidiaba el éxito que Jose Bonaparte tenía con las mujeres, aunque no le faltasen amantes.
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