sábado, 6 de octubre de 2018

Adaptamos el reportaje sobre un asesino a suedo de Brasil.

Este hombre ha matado a 492 personas, niños y mujeres inluídos. El sicario Julio Santana dejó un reguero de sangre por todo Brasil durante 35 años, sin recibir una sola condena. Su caso, plasmado en un libro, ilustra cómo funciona en negocio de los crímenes por encargo en un país donde se cometen siete asesinaros cada hora.

"Apunta al corazón y piensa que se trata solo de un animal" Julio Santana siente el peso de la responsabilidad. Delante de él, sin saber lo poco que le queda de vida, un pescador de la selva amazónica faena en el río Tocatins. Santana sabe que ha violado a una niña de 13 años, lo cual es una ayuda. El tipo que va a morir no es mejor que él, que va a matarle.

Santana piensa en su tío, su mentor, ahora enfermo de paludismo. Si rompen el contrato y el pescador sobrevive a esta jornada, el muerto será su tío Cicero. No tiene elección. Dispara. El pescador cae de culo sobre la canoa. Cuando Julio Santana está seguro de que el violador de niñas está bien muerto se quita la camisa, esconde por un rato el fusil de caza y nada hacia la canoa con un machete. Le abre las tripas, eviscera un poco el cadáver y lo tira al agua. Dentro de poco las pirañas habrán hecho desaparecer el cadáver y su tío, otro sicario, estará a salvo. Cuando la tarea ha terminado vomita sobre la borda de la embarcación.

Julio Santana apenas tiene 17 años y ha matado a su primera víctima. Su padre, un pescador empobrecido, recibe de su hermano Cicero 30 kilos de arroz, 20 de alubias, 10 de café y 10 latas de aceite.

En 1974 Julio Santana acompaña a Cicero para que le ayude a matar a un hombre que ha golpeado a otro en el calor de un partido de fútbol. Aunque se había jurado que nunca más mataría a nadie, ahora piensa que es su única forma de prosperar, Su tío no es rico pero su vida es menos precaria que la de su padre, el pescador.

- Una de las reglas de mi negocio es que no me interesan las razones por las que el contratante desea matar a otra persona. Yo soy el arma y las armas no se hacen preguntas.

-Pero conocerá alguna motivación, Julio.

- Una vez maté a un niño de 14 años en el estado de Paraná. Sus padres eran unos braceros esclavizados que habían huído y el hacendado quería que volvieran. Su principal arma era el terror. Disparé al niño mientras jugaba al fútbol. Si no regresaban a la esclavitud sus padres, morirían a mis manos los otros dos hijos mayores.

"Unas semanas después maté a otro niño de 13 años en otra contrata. Al poco el que se mató en un accidente de moto estúpido fue mi hijo de 18 años. Fue una manera que tuvo Dios de decirme: Deja en paz a los niños o te atormentaré de esta manera.

-Alguna vez habrá tenido un encontronazo con la ley.

-Mi tio decía que los policías federales suelen dejar en paz a los sicarios. Pero una noche dormí en el calabozo.

-¿Cómo sucedió?

-Una mujer llamada Alzimara había castigado las infidelidades de su marido ahogando el bebé de ambos. Su marido me contrató para que la castigase yo a ella ahogándola lentamente en un barril en el patio privado de la casa.

"Acepté tontamente. Sin duda la única vida inocente que se había perdido en este asunto era la del nene. Pero pasa que yo soy un sicario, no un torturador. Mato a la gente, no la hago sufrir. Así que disparé contra la cabeza de la mujer mientras lavaba y la tumbé, pero no a la primera. Alzimara, gritó pidiendo auxilio, tuve que rematarla y los federales me cortaron el paso mientras dejaba la escena del crimen.

-¿Cómo salió de aquella?

-Mi mujer canjeó mi libertad por la moto que usaba en mis desplazamientos.

-¿Qué ha sacado de estos años de sangre?

-Nada bueno para mí, y sí para mis hijos. Los dos que viven han podido ir a la Universidad. Tengo un televisor, un reproductor de DVD y una nueva moto. Tenemos una finca donde cultivamos boniatos.

"Los muertos se me aparecen y yo rezo diez padrenuestros y veinte avemarías para que los remordimientos se queden atrás. Yo creo que Dios me perdona cuando hago eso. Lo que no sé es si perdonará la maldad de algunos de los que me contrataron. O la vez que maté a un garimpeiro de 19 años por error. Ese es el que más se me aparece en sueños y no tengo manera de dejarle atrás.

"Recuerdo que maté a un sindicalista, Nativo di Natividade por encargo del alcalde de Carmo, Roberto Pascoal, y a una lider de guerrilleros comunista, Julia Petit, por orden del Ejército durante la dictadura. Mi tío Cicero decía que los comunistas eran el demonio y que los mataría gratis, pero yo no comprendía porque los caboclos los ocultaban en sus míseras propiedades. Jamás he votado. La política es un lujo que los sicarios no nos podemos permitir.

"He matado en Brasilia, Sao Paulo y Paraná. Cuando mataba niños y mujeres me sentía especialmente mal, pero en otros casos estaba concentrado que ni siquiera era consciente de que estaba acechando con un subfusil con mira a alguien para matarle.

Para leer:

492 MUERTOS; CONFESIONES DE UN ASESINO A SUELDO.
Klester Cavalcanti.
 (Editorial Península)

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