Glüntz, husar francés de las guerras napoleónicas, lo sabe muy bien. Los penachos, las botonaduras duradas y los pantalones ajustados de colores brillantes, los entorchados de las casacas...Todo contribuye, y mucho, para que termine un día de carga muerto.
Stefano Malatesta es un escritor que ha redactado La vanidad de la caballería (Gatopardo Ediciones) donde recorre episodios bélicos protagonizados por los husares y otros cuerpos montados., ligados desde antiguo al honor, la valentía, y la elegancia.
Cuenta que durante el siglo XVIII, durante el Imperio de María Teresa "la elegancia de los jinetes militares era inversamente proporcional a las victorias. Iban vestidos de blanco (muy visibles para el enemigo). Aún así la caballería vivió momentos de gloria como la carga de la batalla de Rosbach de los prusianos, en 1757.
Pero en cuanto las ametralladoas Gatling se apoderaron del campo de batalla en el siglo XIX ,las cargas se convirtieron en una locura suicida, ya que ya no servían ni para desbaratar las formaciones o los cuadros del enemigo, ya inexistentes. Lo comprobaron los lanceros polacos de la Brigada Pomerania aplastados por la mayor potencia de fuego de la infntería alemana en la Segunda Guerra Mundial, o los británicos de 12º de Husares ( esos a los que cantaba el poeta Tennyson) que se lanzaron a tomar unos cañones rusos en Crimea, en 1854.
Otra de las cosas es el ridículo fair play que hacía que la guerra no pareciera la guerra, aunque al final el resultado en vidas destrozadas fuese el mismo. Un capitán francés de la Guerra de los Siete Años le dijo a su oponente inglés: "Les ruego que disparen ustedes primero". Un francotirador le hizo caso y el lancero francés perdió la vida.
Sobre la batalla de Rosbasch:
Los prusianos se enfrentaron a Francia y el Sacro Imperio Germánico en 1757. Las tropas francoimperiales duplicaban a las prusianas. El renate del día fue la carga de los jinetes. El prusiano Friedrich Von Seydlitz hizo alinear a sus jinetes en dos filas de 200 hombres, sacó una pipa del bolsillo de la chaqueta, se la fumó, y empezó a cabalgar después contra las filas francesas. Sus hombres lo siguieron con un rugido de entusiasmo.
Sobre la Carga de la Brigada Ligera:
El petulante Lord Cardigan encabezó la carga de la caballería británica contra los cañones de los rusos, durante la batalla de Balaclava, en 1854. Fue un ataque mal planificado y un malentendido de las órdenes que dejaron a jinetes jóvenes expuestos al fuego cruzado. Demasiadas bajas entre hombres y caballos. Cardigan sobrevivió. Fue una completa estupidez porque aquellas posiciones rusas ni siquiera eran las que había que atacar. Me sabe mal por Tennyson.
Sobre la Batalla de Little Big Horn:
George Armstrong Custer tenía un historial de victorias con sus soldados de la Unión a caballo, pero pasó a la Historia por una derrota que le costó la vida. Dividió sus fuerzas en tres grupos, a pesar de que eran inferiores a la hora de atacar a los jinetes de una confederación de guerreros lakota y cheyennes.
Los capitanes Reno y Venteen atacarían el campamento indio por otros flancos. Custer atacó desde tierra a unos nativos americanos que los envolvieron en pocas horas.
Pudo haberlos batido si hubiera aceptado cargar con una ametralladora Gatling, pero Custer dijo a los artilleros del ejército estadounidense que eso ralentizaría sus tropas montadas (tenía razón) y que confiaba en el valor de sus hombres (no tenía razón).
En la Segunda Guerra Mundial todavía se emplearon unidades de caballería. la de los lanceros polacos, llamada Brigada Pomerania, fue aplastada por los Panzer nazis. La última carga de la guerra, y de Occidente, la realizó el Regimiento Saboya en 1942 en el frente ruso.
Dicen que los afganos lucharon contra los marines estadounidenses y las tropas de asalto rusas, así como contra los talibanes con unidades de caballería entre 1979 y 2010.
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