Este monje de origen campesino ingresó en la secta jlisty ( del ruso, "flagelantes") cuyos miembros creían que el dolor encaminaba a la fé verdadera. En sus encuentros, los adeptos se azotaban con látigos para luego entregarse a orgías sexuales. Sin haber recibido formación teológica en seminario alguno, Rasputín viajó a pie desde Siberia hasta Petrogrado (San Petersburgo), donde logró fama d curandero y mago milagrero gracias a su mirada penetrante y a sus supuestos poderes hemostásicos (usaba la hipnosis para detener las hemorragias del zarevitch Alexis).
La entrada de Rusia en la Primera Guerra Mundial no solo puso a prueba a Rusia sino al propio Rasputín. El monje loco hizo de portavoz del pueblo y dio argumentos a la zarina Alexandra para que Rusia saliera de ella, lo cual hizo que muchos miembros del Gobierno lo consideraran un agente a sueldo del kaiser. Algunos nobles quisieron acabar con Rasputín de la forma más expeditiva posible.
La madrugada del 30 de diciembre de 1916, el príncipe Feliks Yusupov llamó a Rasputín con el mensaje de que su esposa, Irina, deseaba verlo. En realidad los que estaban esperandolo eran el propio Yusupov y el parlamentario Vládimir Purishkevitch. Ambos trataron de envenenarlo con pasteles, pero el monje se resistió a morir. Sus propios verdugos afirmaron que tuvieron que usar una pistola, que dejó al monje loco malherido pero no muerto y que arrojaron el cuerpo agonizante a las aguas heladas del Neva.
Parece ser que en la escena del crimen estuvo presente Oswald Rayner, un agente de la Inteligencia británica que trabajaba con un asistente llamado John Scale. Rayner se refería a Rasputín como la encarnación del mal.
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