La endogamia fue practicada por las familias reales del Antiguo Egipto, sobre todo durante la etapa ptolemaica, cuando era habitual que contrajeran matrimonios hermanos, padres con sus hijas, para preservar la línea de sangre y disuadir a los usurpadores acerca de esa clase de trepada social.
Tomemos un ejemplo. La reina Cleopatra VII se casó con dosde sus hermanos, antes de liquidarlos para poder nombrar corregente a Julio César, el militar romano.
Podemos rastrear esta clase de enlaces matrimoniales entre las élites gobernantes desde la Edad del Bronce. A finales del siglo VIII, Carlomagno tuvo entre sus parejas amorosas a cuatro esposas legítimas y numerosas concubias. Con frecuencia la hermana o l aprima de la concubina eran consideradas parte de la relación amorosa o la alianza política, según cuenta Phillipppe Arlés y George Dubi en su ensayo HISTORIA DE LA VIDA PRIVADA.
En el Concilio de Maguncia, en 814, se decreto que las coyundas incestuosas eran pecaminosas y empezaron a desaparecer y a practicarse en la clandestinidad. Cuando a principios del siglo XVII, el rey de Transilvania Gabor I Bathory tuvo dos hijos con su hermana Anna, una masa descontrolada lo linchó. Era 1613.
En los siglos XVII y XVIII los campesinos vigilaban la conducta sexual de sus vecinos y castigaban con cencerradas a los incestuosos. Pero, por supuesto, callaban como mudos cuando tenían pruebas de que los poderosos estaban haciendo algo así.
"Las dinastías reales europeas son verdaderos laboratorios de consangüinidad, siendo los Habsburgo los que perpetraron mayor números de incestos. Los incestos fieron tan frecuentes que el inestables fisica y mentalmente príncipe don Carlos, hijo de Felipe II y María Manuela de Portugal (primos hermanos por parte de padre y madre) tuvo cutro bisabuelos en lugar de los ocho que sería saludable", dice el genetista Francisco Ceballos.
La endogamia en las dinastías europeas pudo rastrearse hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando dejó de practicarse. Una idea de la tendencia a renovar la piscina genética por parte de las casas reales europeas es el matrimonio de Carlos de Gales con Diana Spencer primero y con Camilla Parker Bowles después. O el de Felipe VI con la periodista Letizia Ortiz.
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