miércoles, 11 de septiembre de 2019

El cine familiar de los años 80. Cuando los adultos nos hacían caso...

Tengo en mi casa la colección de libros YO TAMBIÉN ESTUDIÉ EN EGB (Educación General Básica). Los cuatro tomos son un viaje nolstálgico por los programas infantiles que veíamos entre 1977 y 1992, el cine, la ropa que nos poníamos, el material escolar que usábamos...

¿Que a qué viene esta nolstalgia con esta década en concreto? Primero debemos tener en cuenta que muchos televisores entraron en los hogares en la década de los 70. Los medios eran muy limitados y las cadenas de televisión estaban en manos del Estado, por lo que era difícil hacer mala programación.

Luego había una gran cantidad de niños porque las familias no se habían reducido tanto por culpa de los efectos secundarios de los anticonceptivos, la salida de la mujer al mercado laboral y la metamorfosis de la calle en un lugar siniestro. Nuestros tíos y primos conformaban una vasta red de apoyo familiar.

En cuanto al cine, en los Estados Unidos los propagandistas se dieron cuenta de que las películas infantiles eran un medio para adoctrinar en el estilo de vida americano a los niños. Por eso se hicieron tantas películas mostrando lo maravilloso que era ser niño o adolescente de clase media en los Estados Unidos. E.T., LOS GOONIES, ÁGUILAS DE ACERO,JUEGOS DE GUERRA, D.A.R.Y.L....

Ponías la tele y veías a David Hasselhoff al volante de un coche parlante que no se parecía en nada al 600 de tu padre. Cogías un walkman y escuchabas la música que te hablaba de una existencia que nada tenía que ver con la de los niños españoles que la escuchaban, pero ya te sentías incluído en ese mundo, aunque fuera en su periferia.

Por supuesto, los afganos tenían una lucha contra los soviéticos, los iraníes y los iraquíes estaban en guerra, y te sorprendías de lo crudas que eran las hambrunas en Etiopía. Pero claro; esto no lo veías en el cine o en la televisión. Y si lo veías, lo olvidabas al instante.

Lo que recuerdo es que había un espacio en la comunidad para los niños, justo lo que les negamos a los nuestros. Tenían un espacio en la televisión, con series de animación producidas en este país, y adultos que se quedaban con nosotros mientras la emitían. El barrio estaba lleno de niños que jugaban. Los salones recreativos nos prometían emoción y una aventura por 25 pesetas. Ya nada de esto existe.

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