El 28 de diciembre de 2012, Google ofreció a los internautas un Doodle -una modificación puntual de su logotipo- en homenaje al ingeniero e inventor Leonardo Torres Quevedo. En la imagen, él aparece junto a un transbordador que atraviesa un río. Junto a él, dos piezas del ajedrez. Se celebraba el 160º Aniversario del nacimiento de este inventor cántabro, que fue popularísimo a finales del siglo XIX y del que hoy, con una ingratitud propia de los españoles, poco se acuerdan.
Nacido en un pueblecito de Cantabria en 1852 e hijo de un ingeniero ferroviario, estudió el Bachillerato en París y Bilbao, y la Universidad, en Madrid. En Bilbao se alojaba en casa de unas familiares, las señoras de Barrenetxea, que le legaron sus bienes. Este capital le dio la libertad necesaria para investigar.
Torres se licenció en 1876 y trabajó como ingeniero de ferrocarriles. Pero no entró en el Cuerpo de Ingenieros Españoles sino que se dedicó a viajar por Europa visitando ferias tecnológicas para familiarizarse con la labor de otros sabios. A su regreso de su tour se casó con Luz Polanco y se instaló en el cántabro Valle de Iguña. Todo auguraba una cómoda existencia como rentista hasta que en 1889 presentó en sociedad el primer funicular, un transbordador que superaba pendientes pronunciadas y que transportaba pasajeros en lugar de bultos.
Esto interesó el Gobierno suizo, pero los primeros se instalaron en Bilbao y San Sebastián, y poco después en Río de Janeiro, Chamonix y el de las cataratas del Niágara, que presumiblemente es el que aparecía en el Doodle. El denominado Aerocar Spanish, inaugurado en 1916 sigue en servicio.
En 1899 la familia se instala en Madrid, donde Torres Quevedo sigue con interés las investigaciones sobre los dirigibles de Alfredo Kindelán. Para colaborar con él desarrolla el telekino, antecesor de los actuales mandos a distancia. El propósito era manejar los globos de hidrógeno sin que una tripulación de pilotos de pruebas resultara herida en las pruebas de vuelo. Tres impulsos; avante toda. Siete impulsos, 10 grados a estribor.... El telekino accionaba la hélice y el timón por medio de ondas radiofónicas.
Su interés por los automatas le llevó a ser un pionero de la robótica con su máquina, el Ajedrecista, presentado en la feria de París en 1912. Este autómata electromecánico jugaba finales de partidas de ajedrez y ganaba siempre por jaque mate a sus contrincantes humanos. Fue considerado el primer juego de ordenador analógico.
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