Plata fundida corre entre sus perlas,
a las que semeja belleza alba y pura
En apariencia, mármol y agua parecen confundirse,
sin que podamos saber cual de ellos se desliza.
¿No ves cómo el agua se derama en la taza,
pero sus caños la esconden enseguida?
Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas,
lágrimas que esconde por miedo a un delator.
Estos poemas son tan delicados como la fuente de los leones, doce leones de piedra que escupen agua en un patio del palacio granadino de La Alhambra. Agua y lágrimas, sí, pero también el sabor a hierro de la sangre y el susurro del conspirador entre las sombras. Ibs Zamraq no solo conoce el sabor de las lágrimas sino que ha compuesto el poema que adorna las filigranas al dorde de la raza de la Fuente de los Leones. Pero el poema no termina ahí, puesto que los leones no son mansos, sino que retienen su ferocidad, tal como lo hace el sultán nazarí.
¿No es, en realidad, una blanca nube
que vierte en los leones sus acequias
y parece la mano del califa que, de mañana
prodiga a los leones de la guerra sus favores?
Quien contempla los leones en actitus amenazante
(sabe que) solo el respeto ( al emir) retiene su enojo.
Los leones pueden destrozar a un hombre. Su ira, como la del emir, es sorpresiva, y su favor, inconstante. A veces para mantener el favor del emir hay que cerrar los ojos del cuerpo y del alma. Ibn Zamraq, que ahora viste de seda, mientras toma sorbetes helados con nieve, era hijo de un herrero que alquilaba burros.
Se lo debe todo, su ascenso social, al noble Ibn Al- Jatib, que vio en él el don de la palabra y la creatividad y delicadeza del poeta, y lo llevó a la Cancillería Real de Granada. Con el sultán Muhammad V, su emir, huyeron los tres a Fez, entre los benimerines, cuando una conjura por parte de Rim, la esposa favorita del anterior emir, triunfó. En Fez estrechó la intimidad con el joven principe y compuso los poemas que decoran la Alhambra por medio de filigranas. En 1361 Muhammad V nombró a Ibn Zamraq secretario personal a su vuelta a Granada. Zamraq levantó los planos del Patio de los Leones, de los Arrayanes, de Comares, de Las Dos Hermanas, etc.
Y el león rugió. E Ibn Zamraq salió de su mundo de ensueño en 1371 y se introdujo en el de las pesadillas cuando volvió entre los benimerines de Fez para asesinar a Ibn Al-Jatib, el hombre que hizo de él lo que era. Lo acusó de corrupto y de hereje para que las autoridades de Fez lo torturaran y lo ejecutaran. ¿Recordará el sultán Muhammad VII lo que hiciste por su familia, lo que sacrificaste, Ibn Zamraq? No, porque unos años después, en 1394, sus sicarios cruzarían el dintel de tu hogar con las dagas desenvainadas. Lo último que vieron tus ojos fue una azora del Corán. Toda tu familia fue asesinada.
El agua sigue cayendo de la fuente. Los versos siguen allí. Y los leones de piedra duermen y sueñan con despertar y rugir para que los enemigos de los sultanes nazaríes tiemblen en las sombras de La Alhambra.
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