En 1963 el cine no podía mostrar las cosas como eran realmente. Pepe Isbert interpreta a Amadeo, un verdugo a punto de jubilarse. Nino Manfredi interpreta a Jose Luís, un empleado de pompas fúnebres estancado en su propio oficio.
Jose Luís quiere todas las cosas que le han dicho las autoridades que debe tener para ser un miembro productivo y moderamente triunfador en la España franquista. Una esposa con la que fundar una familia, a poder ser numerosa; un trabajo estable, a ser posible el mismo durante toda su vida; y un piso, el fetiche de las parejas jóvenes del tardofranquismo.
Ceferino, el verdugo, soluciona eso. Su hija Carmen no tiene con quien casarse porque a todos los pretendientes espanta la profesión de su padre. Y el piso, Jose Luís lo podrá tener si acepta una plaza de verdugo, ante la premisa de que España es un país tranquilo y que es muy difícil, casi imposible que tenga que matar a nadie.
El problema es que el día de la ejecución llega y mas que la del reo, un hombre enfermo que no se hace demasiadas ilusiones sobre lo que le espera, parece que es la de Jose Luís.
Solo Berlanga podçía decir de una forma digerible a los españoles que los hombres que despreciaban por matar para el régimen, los hombres que no querían ni en sus familias ni en sus lugares de ocio, aquellos apestados que trabajaban de verdugos, eran una víctimas del sistema franquista como ellos, para nada el enemigo.
La escena de unos guardias empujando a Jose Luís al lugar de la ejecución se ha suavizado. Los verdugos renuentes a aplicar la pena capital en el tardofranquismo recibían coacciones y golpes. Durante la ejecución del anarquista Chez Heinz, la penúltima que tuvo lugar en este país ( la última fue del anarquista Salvador Puig Antich) al verdugo Monero no se le dieron todas las piezas del garrote vil. La ejecución fue un espectáculo sangriento y el verdugo, que era novato además, recibió un golpe por demostrar que el sistema franquista era cruel incluso con los que trataban de ser dóciles. El público fue coaccionado para que no hablase de la chapuza con amenazas de encarcelamiento.
Que un verdugo se niegue a ejecutar a alguien y tenga que ser coaccionado para que lo haga sucedió en 1956, durante la ejecución de la envenenadora Pilar Prades Expósito por Antonio López Sierra, a pesar de que no era la primera mujer que ejecutaba. Fue emborrachado y amenazado.
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