sábado, 25 de marzo de 2023

Paco, un perro muy "gato" y muy castizo.

 


Para empezar no hay fotografías del Perro Paco, porque las cámaras de la época no permitían hacer daguerrotipos de algo tan incapaz de quedarse quieto como  un perro. Sabemos que era de color negro, con una mancha blanca en el pecho, que era macho y que todo el pueblo de Madrid lo consideraba un poco como suyo.

En 1879 este perro mestizo ( o mil leches, como se los llamaba entonces) se pegó al Marqués de Garabaya en busca de unos mimos y un trozo de pan con el que llenar su estómago de perro vagabundo. Al marqués, futuro alcalde de Madrid, le hicieron gracia las zalemas del perro para conseguir comida y solicitó a los camareros del desaparecido Café Fornos que le pusieran un plato con un filete de carne al lado de lo que iban a cenar los amigos calaveras del aristócrata.

Paco empezó a cenar todos los días en Fornos aunque dormía en las cocheras del tranvía, en la Calle Fuencarral. Acompañaba a los señoritos que le convidaban con terrones de azúcar, huesos de jamón o filetes hasta sus casas pero nunca consistió en entrar a pasar la noche confortablemente en ninguna de sus mansiones.

Pronto la prensa y las revistas ilustradas comenzaron a glosar las andanzas del perro Paco, que si no cenaba en Fornos se iba andando hasta la callé Alcalá para cenar en el Café Suizo. Iba a las carreras de caballos y a los toros, donde se le tenía reservado una butaca en el tendido 9. La plaza de toros estaba en la Avenida Felipe II en donde ahora se sitúa el Palacio de los Deportes.

La costumbre que le costó la vida a Paco fue la de saltar al ruedo, a veces en media faena, para recortar los astados. Se llevó varias cornadas pero, por misterios de la psicología canina, jamás dejó de hacerlo. Un día, el 21 de junio de 1882, toreaba el novillero Pepe el de Galapagos, con tal mala suerte que no estaba haciendo una buena faena. Paco bajó a la arena para reprenderle con sus ladridos. Pepe se encorajinó por la humillación e hirió de una estocada mortal al perro mil leches. Este fallecería al cabo de cinco días.

Hubo un intento de linchamiento del torero a la salida de la plaza, pero un futuro concejal lo escoltó hasta su coche de caballos. Paco fue disecado y permaneció muchos años expuesto en una taberna. Luego el segundo propietario de los restos mortales decidió enterrarlo en el retiro, pero se llevó a la tumba el secreto de dónde.

Ahora, en pleno siglo XXI, una estatua recuerda lo más parecido a un influencer castizo y chulapo que tuvo Madrid a finales del siglo XIX.

1 comentario:

  1. Qué interesante!! No conocía a historia y me ha parecido tan bonita como triste... No dudaré en visitar la estatúa la siguiente vez que vaya a Madrid.

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