1815. Cuando el día termina en los campos de Waterloo yacen los cuerpos sin vida de 40.000 soldados franceses, británicos y prusianos que han librado la última batalla importante en suelo europeo hasta los horrores de la Primera Guerra Mundial. Se inicia la llamada Pax Británica, destacada por la industrialización y el apogeo de lo que hoy llamaríamos sin sonrojo una burguesía absoluta.
Todos los cuerpos fueron enterrados en fosas comunes en las que permanecieron muy poco, no porque los reclamaran los familiares, sino porque la industria del azúcar refinado exigía grandes cantidades de "carbón animal" que se extraía de los restos óseos.
Esto explica la sorpresa de un arqueólogo británico llamado Wilkin cuando, tras una conferencia acerca de la batalla en Bélgica, un jubilado se le acercó y dijo que conservaba en su buhardilla los restos de unos soldados prusianos. Se los había dado un amigo en los 80 como un detalle para un hombre que devoraba todo lo que salía acerca de las guerras napoleónicas y ahora los entregaba para su estudio. Los huesos se han trasladado al Instituto de Medicina Forense de Lieja para un exhaustivo análisis, ADN incluido.
Un poco de Historia:
Napoleón se había evadido de su presidio en Elba y ahora ya lo estaba preparando todo para volver a recuperar la hegemonía de Francia en Europa. Reino Unido, Prusia, Austria y Rusia formaron la Sexta Coalición contra Bonaparte, conscientes del peligro de ese yonqui de la guerra que no conocía otra receta para los problemas de su país que el campo de batalla.
La única oportunidad del emperador francés era atacar a las tropas británicas en Waterloo, Bélgica, antes de que se unieran con las prusianas y avanzaran juntas hasta el sur. No lo consiguió. La lluvia incesante, el lodo, la hierba mojada impidieron que los cañones estuvieran colocados en los lugares apropiados. Al termino de la batalla 40.000 vidas jóvenes habían sido segadas. Era el 18 de junio de 1815.
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