martes, 15 de julio de 2025

Los osos espíritu u osos de Kermode, espíritus protectores del bosque.

 


En los bosques húmedos y remotos de la costa central de la Columbia Británica, Canadá, vive una criatura tan rara y enigmática que durante mucho tiempo fue considerada casi mítica. Se trata del oso espíritu, también conocido como oso Kermode, un animal que, aunque de apariencia fantasmal por su pelaje blanco marfil, no es un oso polar ni un albino. En realidad, es una variante poco común del oso negro americano (Ursus americanus), cuya peculiar coloración se debe a una mutación genética recesiva.

Contrario a lo que podría pensarse, estos osos no presentan los rasgos típicos del albinismo. No tienen ojos ni piel rosada; sus ojos son oscuros, al igual que su nariz, y su color blanco no proviene de la ausencia de melanina, sino de una mutación específica en el gen MC1R (melanocortin 1 receptor), que regula la pigmentación del pelaje. Para que un osezno nazca con pelaje blanco, debe heredar una copia de este gen recesivo de cada uno de sus padres. Aun así, la mayoría de los osos Kermode tienen el pelaje negro. Se estima que solo entre el 10 y el 20 por ciento de la población de osos en esa región posee el fenotipo blanco.

Más allá de su belleza singular, la mutación que produce su color claro parece ofrecer una ventaja muy específica: la pesca de salmones. Diversos estudios han mostrado que los osos espíritu tienen más éxito que sus contrapartes negros a la hora de atrapar salmones durante el día. La explicación es fascinante: los salmones, al mirar hacia la superficie desde el agua, detectan con mayor facilidad a los osos de pelaje oscuro. En cambio, los osos blancos se confunden más fácilmente con el cielo nublado o la espuma del agua, lo que les permite acercarse sigilosamente a sus presas. Esta ventaja, aunque limitada al entorno local y a una etapa específica de su alimentación, ha sido suficiente para que esta coloración se mantenga —e incluso sea favorecida— en ciertas poblaciones del Great Bear Rainforest, el vasto y húmedo bosque donde estos osos han vivido durante milenios.

Pero los osos espíritu no solo despiertan interés científico; son profundamente venerados por las Primeras Naciones de la región. Para los pueblos indígenas como los Gitga’at, los Tsimshian o los Heiltsuk, estos osos no son simples rarezas biológicas, sino seres sagrados. En sus lenguas los llaman moskgm’ol o mooksgm’ol, y muchas leyendas hablan de su origen. Una de las más conocidas cuenta que, tras el fin de la última era glacial, el Creador decidió volver blancos a algunos osos como un recordatorio del tiempo en que el mundo estaba cubierto de hielo y nieve. Son considerados símbolos de equilibrio, humildad y armonía con la naturaleza, y ver uno se interpreta como una señal poderosa, un privilegio reservado para los que saben mirar con respeto.

No es de extrañar que estas comunidades hayan estado al frente de los esfuerzos por proteger tanto a los osos como a su frágil ecosistema. Aunque la caza del oso espíritu está actualmente prohibida, su hábitat sigue estando amenazado por la actividad humana, especialmente la tala de bosques y los proyectos de desarrollo industrial en la región. Durante años, se han librado intensas batallas legales y culturales para preservar estos territorios, no solo por su valor ecológico, sino también por su profundo significado espiritual.

En definitiva, el oso espíritu no es solo un fenómeno genético raro ni una curiosidad fotográfica para los turistas. Es el cruce de biología, mitología y territorio; un ser que conecta la ciencia con lo sagrado, y que nos recuerda que aún quedan rincones del mundo donde el misterio y la reverencia por la vida silvestre siguen vivos. En su pelaje blanco se reflejan tanto los ecos de antiguos glaciares como las esperanzas de quienes luchan por un futuro en el que humanos y naturaleza puedan convivir en equilibrio.

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