Gerard Damiano, el director de Garganta Profunda, pronto comprendió que el éxito también puede ser una maldición. Lo comprendieron todos los que saltaron a la fama tras el rodaje en 1972 de Garganta Profunda. Habían creado un nuevo modo de expresar la sexualidad, pero también habían llamado la atención de las autoridades y de los extorsionadores de la Mafia. El hardeur protagonista, un tal Reems, fue a prisión, de donde salió con problemas con la bebida. De hecho, varias de sus películas posteriores las rodo bajo los efectos del alcohol. Linda Lovelace, la felatriz, pasó de promocionar la película como "algo que todo adulto americano sano debía ver" a acusar las presiones de ser la infantería suicida de una revolución sexual de la que se beneficiaron todas las mujeres menos ella.
Saco aquí esta historia porque el propietario de la última sala comercial de exhibición de películas X acaba de cerrarla. Había un público fiel de 700 clientes semanales pero en esto mundo tecnificado eso no basta. No se puede competir impunemente contra los contenidos on line y el hecho de que puedes comprar pornografía cinematográfica el el quiosco de la esquina.
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