En un momento a principios del siglo XX el mundo se volvió predecible. Las posiblidades de ir al otro extremo del mundo y volver tal como uno se fue, de volver simplemente, se ampliaron. La novela de aventuras dejó de escribirse, y el lugar para encontrarse con el arquetipo del héroe fue la sala de cine. Ver cine era una sala de barrió con humedades en el techo o en un autocine mientras intentas un acercamiento al muslo de tu novia eran experiencias colectivas. Pero alguien inventó Internet, y los referentes pasaron de ser comunes a particulares.
En 1977 dos hombres se pusieron de acuerdo para revitalizar el cine de aventuras: George Lucas y Steven Spielberg. Lucas rodó lo que los expertos en ciencia- ficción llaman "space opera", una película sobre el futuro donde la ciencia es lo de menos y lo que importa es la emoción. El cine de aventuras se revitalizó: ya no ocurría en barcos de vela sino en naves estelares que combatían como los buques de línea del siglo XVIII.
Los ideales caballerescos de los caballeros templarios o de los cruzados medievales se convirtieron en la Orden Jedi. Los duelos eran con espadas.. láser. El villano era un tipo vestido de negro con una máscara, del que no sabemos su verdadera identidad, no desentrañamos sus secretos hasta el final. Y dirige un ejército que, con fusiles de carga láser, intenta conquistar el mundo... digo la galaxia.
Eran todas las posibles películas de aventuras del mundo solo en una. El factor tiempo no importa en la saga de Star Wars, o las coordenadas geográficas. En la galaxia lejana todo es posible.
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