Según la RAE, la etimología de "heraldo viene del francés medieval Herold o Heràut, que significa embajador o emisario. Este término aparece ya en las obras de Tácito y en textos nórdicos como Chariovald o Herauld, nombres germánicos que derivan del alto alemán Heriwald.
Algunos autores los relacionan con oficios de la Antigüedad relacionados con funciones que sí llegaron a desempeñar, como los mensajeros públicos de la Antigua Grecia, los pregoneros romanos o los caudatores, oficiales que anunciaban a las tropas los términos de los tratados de paz.
En realidad, el origen de los heraldos hay que buscarlos en los juglares que iban de torneo en torneo durante la Edad Media. En una época en que el acceso a la letra escrita y a las noticias era escaso, los juglares iban de castillo en castillo anunciando las condiciones de las justas y los contendientes que asistirían con sus emblemas heráldicos.
En el poma artúrico EL CABALLERO DE LA CARRETA aparece un heraldo, que no es más que un bribón que ha empeñado las ropas para que identifique las armas y el blasón heráldico del caballero Lancelor. Pasa que, como hemos dicho se trata de un pícaro, y ha de ver el rostro de Lancelot para identificarle.
Los heraldos colocaban los escudos de los participantes, anunciaban la presencia de las autoridades, la entradas de los caballeros contendientes y los colocaban en la palestra de tal modo que siempre se enfrentasen a un igual y no a un superior jerárquico por deberes de vasallaje. Anunciaban a los asistentes quién iba a participar, relatando el linaje del caballero, sus hazañas. También proclamaban al vencedor.
A veces el escudo del caballero con el blasón heráldico era la única manera de identificar a los caballeros vencedores.
Más adelante los heraldos se convierten en funcionarios que disponen el orden de batalla, identifican a los caballeros muertos y a los que han sido hechos prisioneros para poder negociar los rescates. Los heraldos tenían una especie de inmunidad diplomática y se aseguraban que no se empleasen trucos sucios en la guerra. Durante la batalla de Azincourt (1415), los heraldos franceses y británicos se mezclaron en una loma cercana para presenciar el combate y los franceses felicitaron al rey de Inglaterra por ganar en buena lid.
Los heraldos también participaron en misiones diplomáticas, por su conocimiento de las lenguas más habladas de la época. En tiempos de Carlos V mediaron entre el emperador y los reyes de Francia e Inglaterra, que son llevados en representación del primero por el rey de armas de Borgoña y en representación de los segundos por Guyena y por Clarence.
A principios del siglo XIV vestían una cota de armas o dalmática, es decir, un tabardo con las armas de su señor o territorio bordadas y un bastón de ceremonias con la empuñadura tallada. Con este aspecto, podemos ver representaciones de heraldos en el Palacio del Infantado de Guadalajara o en la Catedral de Granada.
La primera reglamentación sobre sus atribuciones se debe al Heraldo de Calabria de 1408. Debían ser sobrios en el beber y el comer, vestir correctamente y ser leales y guardar en secretos las confidencias de sus señores. Los heraldos pertenecían a la cámara del Rey y recibían su paga mediante las llamadas, raciones y quitaciones. Las primeras eran pagos diarios y las segundas pagas por servicios exctraordinarios. También se les proporcionaba vestuario y estaban exentos de pagar impuestos.
A finales del siglo XV los heraldos van perdiendo atribuciones, limitándose a su papel ceremonial en las justas y torneos. Encabezan los desfiles ceremoniales por delante de guardias y maceros. Portan los distintivos reales en bautizos, coronaciones, bodas y funerales. En la corte de Carlos V el heraldo Toisón estuvo presente en todas las ceremonias de la Corte, entre las que destaca el capítulo de la Orden celebrado en Barcelona en 1519 del que se conservan los escudos de los caballeros presentes pintados en sitiales del coro de la Catedral.
Durante toda la Edad Moderna los heraldos continuaron con sus funciones sin grandes sobresaltos. Pero poco a poco, fueron perdiendo atribuciones o desapareciendo durante los siglos XIX y XX. En Gran Bretaña siguen trabajando, dada la alta identificación de la plebe con la familia real, de tal manera que nadie puede matar un cuervo por su se tratara del rey Arturo reencarnado.
En España los heraldos continuaron con sus funciones hasta 1931 con la abdicación de Alfonso XIII de Borbón. En 1951 Franco les devolvió sus atribuciones, pero pasaron a ser llamados Cronistas Reyes de Armas del Ministerio de Justicia. El último conservó su título hasta su fallecimiento en 2005.
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