domingo, 31 de octubre de 2010

"Entrelobos", de Gerardo Olivares.



Esta película se estrena el 26 de noviembre y cuenta las experiencias de un "niño lobo" en Sierra Morena. Este personaje, abandonado en las quebradas por la desidia de unos padres malvados a los 7 años, sobrevivió 12 cuidando cabras para un ganadero todavía más desalmado. Sólo encontró consuelo en una familia de lobos, y otros miembros de la fauna ibérica. Se llama Marcos Rodríguez y tiene 64 años.



"Al jabalí no lo quire nadie. El lagarto es el mejor amigo del hombre, !de toda la vida! Los lobos eran mi familia. La zorra se acurrucaba a mi lado las noches de tormenta. Asistí en el parto de una rata muy grande...". Estas son algunas de las aventuras de Marcos Rodriguez. Estas aventuras contrastan con sus experiencias con los de su especie.



"He tenido algunos oficios basura: encofrador, albañil, pintor, empapelador, e incluso proxeneta en un bar de alterne. Cuando el señor director de la película, Gerardo Olivares, me contó que quería contar mi historia en los cines creí que se trataba de otra cabronada más".



"Yo recogía carbón con mi padre, y mi madrastra. Si no juntaba un saco de bellotas cada día, me pegaba y me mandaba a dormir a la calle. Yo me iba a la posada, dormía en los pesebres de los burros y me comía su cebada".



Un día llegó un hombre a la choza de palos mal unidos en la que Marcos vivía y pagó a los padres una cantidad importante. El hombre lo llevó a su casa y le dió de comer. Al día siguiente estaba en Sierra Morena, en compañía de un anciano más salvaje todavía que él, y se hacía cargo de un rebaño de cabras.



"El viejo era medio ciego, no sé si pensaba que yo era una especie de animal raro, pero me trataba como a tal. !Si para comer me tiraba la comida desde lejos!"



Conoció a los lobos un día en que se puso a jugar con unos cachorritos. Finalmente entra en la lobera y se pone a dormir. Al día siguiente le despierta la loba, irritada por la aparición del humano, y desconcertada por la familiaridad con la que le trataban los lobeznos. Decide cortar carne para alimentar a sus crías. Marcos tiene hambre y coge uno de los trozos. Gruñido por parte de la loba. Marcos suelta el trozo. La loba le acerca su propio trozo de carne con el hocico, lentamente. Bocado. Otro bocado. La loba mira fijamente a Marcos y toma una decisión. Se acerca... y empieza a lamerle.



Los lobos y Marcos se convirtieron en una gran familia. Cazaban juntos. El muchacho aprendió a aullar para llamarlos. Incluso, ahora, a sus 64 años, nos explica que los lobos tienen sentido del humor y se ríen.



Cuando salía a pescar con sus manos, los lobos le escondían las truchas cobradas y veían desde lejos al adolescente buscarlas. Se reían cuando Marcos por fin las encontraba.



En 1965, un guardabosques lo vió y avisó a la Guardia Civil. Marcos volvía al cruel mundo de los humanos. Corría 1965.



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