domingo, 28 de agosto de 2016

Efraim Zuroff, cazador de nazis.

Quedan pocos vivos. Los criminales de guerra que siguen en libertad son ya centenarios, pero eso no desanima a Efraim Zuroff, que sigue con su incansable búsqueda para llevarlos a juicio.

Efraim Zuroff nos recibe en su despacho de Jerusalén. En una pared de su oficina hay un gigantesco poster. Muestra las puertas de Auschwitz con la leyenda "Tarde, pero no demasiado tarde". Corresponde a la campaña de Zuroff denominada Última Oportunidad, donde se ofrecía recompensas en metalíco a las personas que ofrecieran información que llevaran a la dentificación y al procesamiento de los últimos criminales nazis. Lleva 35 años dirigiendo las pesquisas para el Centro Simon Wiesenthal.
Tras su escritorio también tiene enmarcada la portada del New York Post del 7 de mayo de 1945. "!Los nazis se rinden!".
-Ese día se acabó su poder, pero nuestro trabajo acababa de empezar.- repone Zuroff.

Los principales responsables de la maquinaria de muerte en masa de personas fueron juzgados por las potencias vencedoras y ejecutados. Pero miles de criminales de guerra pudieron escapar y evitar los tribunales de guerra. Los nazis han envejecido, y muchas veces son sus hijos los que responden por ellos, pero los esfuerzos de los hijos de las víctimas por mandarlos a la cárcel no han flaqueado.
En 2009, un tribunal de Munich aceptó el argumento de la Fiscalía alemana de que un criminal de guerra era todo aquel que hubiese trabajado voluntariamente en un "campo de la muerte"- definido como una instalación equipada para las ejecuciones de grandes masas- podía ser acusado de "complice de asesinato", aunque se demostrase que el sujeto nunca hubiera disparado personalmente contra nadie o realizado acto de violencia alguno contra los internos. Eso permitió una serie de nuevos encausamientos.
Recientemente, Reinhold Hanning, de 99 años, guardián de Auschwitz, fue condenado a cinco años de cárcel. En abril de 2015, el ex guardia del mismo campo Ernst Tremmel, estuvo a punto de ser juzgado, pero falleció de forma inoportuna.
-¿Que qué opino de esto? Que debo ser el único judío del mundo que desea que estos tipos vivan una vida larga y entre rejas.- dice con sorna Zuroff.

Criado en Nueva York, en el seno de una familia de judíos ortodoxos, hijo de un rabino, Zuroff se marchó a Israel, donde se especializó en Historia del Holocausto, y empezó a trabajar en el Yad Vashem. En 1978 empezó a vivir en Los ángeles y a trabajar en el centro Simón Wiesenthal, el gran referente de la persecución de los criminales de guerra. Tiene esposa, cuatro hijos y once nietos.

Un cazador de nazis... Todos pensamos en un hombre calvo, con gafas redondas, que espía a civiles de pasado culpable en connivencia con gobiernos ocupados en otros asuntos más recientes, que simplemente los toleran. "El trabajo es una tercera parte de historiador, una tercera parte de policía y una tercera de lobby político. Y a veces es frustrante".
"Hay que dar cinco pasos para que una operación tenga éxito. Primero, localizar al individuo. Segundo, poner en marcha toda la maquinaria de la justicia. Tercero, lograr que el criminal nazi sea formalmente acusado. Cuarto, ir a juicio. Quinto, - y eso no siempre lo obtenemos- conseguir una condena"
Sandor Képíro era un capitán de la gendarmería hungara que en 1948 encontraron culpable de haber prestado su colaboración para la ejecución de 1100 judíos, gitanos y serbios en la ciudad de Novi Sad en 1942. Pero no cumplió sentencia alguna porque huyó a Argentina a tiempo. Tras vivir muchos años en el país austral, Képíro regresó a Hungría donde Zuroff lo localizó en 2006.
"Curiosamente, delante de su bloque de pisos hay una sinágoga. Tras averiguar dónde vivía pensé que podía colarme en su casa y matarle de un disparo. Era un criminal que ya había sido condenado por algo bastante grave en 1948. Pero eso era venganza, y queremos justicia. Matar a ese húngaro perjudicaría otras operaciones que teníamos en marcha", explica con frialdad Zuroff.
Lograron imputarle en febrero de 2011. Pero la Fiscalía de Budapest lo absolvió en julio.

"Algunos historiadores y abogados penales me preguntan qué sentido tiene amargarles la vida a unos viejos, que viven en un mundo bastante diferente del que ensangrentaron. Dicen que han pasado muchos años y que seguro que los culpables se han arrepentido:"
"Bueno; ninguno de ellos ha intentado reparar el daño o simplemente lo ha reconocido. Dicen: era el único trabajo disponible; era el signo de los tiempos; éramos jóvenes y influenciables; creíamos estar cumpliendo con nuestro deber, etc... Nunca preguntan cómo pueden expiar sus culpas. Así que no se han arrepentido.
"La generación de los supervivientes no querían una confrontación con los goyim que casi los masacran en Europa. Loa aliados no querían desmantelar los países que liberaron, para evitar volver al campo de batalla 20 años después, como ya había sucedido en 1939. Todos querían olvidar y pensar en algo nuevo y mejor. El Holocausto supone el frecaso del barniz civilizado de Europa".

Por supuesto, el Holocausto tuvo lugar en todo el este de Europa. Donde el brazo de la GESTAPO y los Sonderkommandos no llegaba había organizaciones paramilitares colaboracionistas que sí. En los países bálticos se ejecutó al 90 por ciento de la población judía. Sólo ha habido tres juicios contra colaboracionistas en Estonia. En Letonia y Lituania, ninguno.
En enero de 2015, los croatas votaron a la Unión Democrática croata, un partido derechista y negacionista del Holocausto. En marzo de 2015, la selección de Israel de futbol jogó un partido en Croacio y fueron recibidos con cánticos fascistas e himnos de la Ustasha, el partido fascista que gobernó Croacia entre 1941 y 1945.
En 1998, Zuroff localizó en Argentina a Dinko Sakic, el comandante del campo de concentración de Jasenovac, responsable directo de 2000 muertes. Fue el tipo que permitió a uno de sus guardias, Brzica, que organizase concursos de habilidad con el cuchillo. Los guardias competían por ver quien degollaba prisioneros más rápido. Extraditado a Croacia fue condenado a 20 años de cárcel. Murió en prisión. Fue enterrado con el uniforme de miliciano de la Ustasha. Ha sido el único criminal de guerra procesado en todo el país.
Austria está tan llena de nazis ancianos como Alemania. El Gobierno personalmente dice que los persigue, pero lo cierto es que estas personas fallecen sin que una imputación les moleste.

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