miércoles, 22 de febrero de 2017

Los cachorros de la jihad.

Un artículo de Anthony Loyd. Adaptación.

En 2015, ISIS difundió el primer vídeo en el que un niño descerrajaba dos tiros en la nuca a dos prisioneros. Dos años después este tipo de vídeos con niños son algo habitual. ISIS usa a los pequeños como suicidas, verdugos y como combatientes.

Alí Khatan ha perdido mucho peso, unos 14 kilos desde que el Grupo antiterrorista kurdo divulgó la fotografía de su captura. Vive en una celda aislada. Solo puede tumbarse, y es lo suficiente ancha como para sertarse en la posición del loto. Hace pis en una botella situada junto a una manta en el suelo.
Ali Khatan fue reclutado por Al Qaeda de Irak, la organización que con el devenir de los meses se convertiría en el Califato Islámico. Su padre era campesino y conserje en una escuela de Hawiya, un pueblo cercano a Kirkuk. Es el mayor de ocho hermanos.
Alí Khatan tenía 13 años cuando ingreso en las filas de Al Qaeda de Irak. A los 15 años mató de un disparo a su primer prisionero, un policía secuestrado. A los 19 años decapitó a cinco combatientes de etnia kurda con un cuchillo de caza. En diciembre de 2016, cuando me entrevisté con él apenas tenía 21 años y esperaba un juicio, donde seguramente se le condenaría a muerte. Soy incapaz de ver en el a un sanguinario combatiente, sino a un adolescente confundido, ensimismado en vaya a saberse qué, para el que los acontecimientos sucedieron demasiado deprisa.
Hay miles de muchachos como él. Unos se integran en las filas de los jihadistas porque estos les prometen certezas y garantías en un mundo que no está sobrada de ellas. Otros son seleccionados bajo los criterios de los líderes de las células y apartados de sus familias. Se unen a la rama armada del Califato, Ashbal al Khilafal, "los cachorros del califato".
Hoy, cuando parece seguro que el Califato perderá el control de la ciudad de Mosul, las autoridades sirias se enfrentan a un problema sin precedentes para reintegrar en la vida civil a tantos niños- soldado.

La noche del 22 de agosto de 2016, Mohammed se hizo famoso por unas imágenes que dieron la vuelta al mundo. Las cámaras distorsionaron su rostro cuando un policía del Régimen de Al Assad apartaba por la fuerza sus manos de un detonador de un cinturón con explosivos. Un primo suyo se hizo estallar por los aires en otro punto de Kirkuk esa misma noche.
Mohammed me describió la intensa formación millitar y religiosa que siguió con otros 60 niños en un campamento al sur de Mosul. Al final del curso, los mulás salafistas seleccionaron a él, junto con tros 20 infelices para operaciones suicidas.
"No era cuestión de elección- insistía Mohammed- Tomaron la decisión por nosotros y solo tuvimos que resignarnos; los sentimientos personales no tenían nada que ver".
Los funcionarios del centro donde está internado lo describen como un salafista peligroso, que trata por todos los medios de influir en sus compañeros. Ya desde su llegada, ha tratado de dirigir las actividades religiosas.
-Si lo dejáramos marchar, volvería con sus amos del ISIS, y esta vez sí, se volaría en un lugar concurrido.- me explica un celador de prisiones. Por ahora le esperan 10 años de reclusión. Después... Solo Alá lo sabe.

Los cachorros del ISIS aparecen por primera vez en los medios de comunicación occidentales en 2015. Ese mismo año llega a las redes el vídeo de un niño kazajo de corta edad mientras ejecutaba a dos prisioneros con sendos disparos en la nuca. Dos meses después llega a las redes el vídeo de un niño ruso mientras ejecuta a un palestino acusado de espiar para los israelíes. En mayo de 2015, ISIS mostraba como otro niño ruso asesinaba a otro supuesto espía.
A medida que el ISIS va ganando poder, la coreografía de las ejecuciones se complica. En junio de 2015, 25 cachorros adolescentes fueron filmados mientras cada uno mataba de un disparo a un soldado del Régimen de AL Assad en el anfiteatro de las ruinas de Palmira. Los cachorros empezaban a destacar sobre el terreno como combatientes. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos informa de la muerte de más de 300 adolescentes y niños en las operaciones por retener Mosul. Según el quinceañero Mohammed, sus cortas vidas fueron su¡in duda miserables.
"No puedo decir que fuéramos felices. Muchas veces teníamos miedo y nos pegaban- recuerda el muchacho.- Pero nos reconfortaba la idea de que íbamos a alcanzar el cielo como mártires". Mohammed no ha sonreído en ningún momento de la entrevista.

Hay un tercer grupo de niños que han crecido en familias estructuradas, no tienen ningún familiar jihadista que les pueda mover a emulación, y sin embargo se han "radicalizado" por la continua visión de las ejecuciones. Se han acostumbrado a ver la violencia extrema como algo normal, y incluso deseable para hacer frente al miedo. Es el caso de Qasim.
ES propenso a ataques de rabia;en esos momentos echa mano de un cuchillo y persigue a los demás niños del campamento de refugiados de Hashanshan con la amenaza de cortarles la cabeza.
Dos de sus tíos habían sido ejecutados por el ISIS durante la ocupación de Mosul. Había visto como a un hombre le empujaban desde lo alto de un tejado por su condición de homosexual. También había sido obligado a contemplar dos decapitaciones y dos ejecuciones a tiros en una pantalla de plasma, rodeado de yihadistas armados con subfusiles.
Y un día de 2015 un grupo de combatientes del ISIS entró en su casa buscando a su padre, un policía bajo el régimen de Al Assad. Rompieron algunas cosas, asestaron varios culatazos y se marcharon sin conseguir la presa que habían ido a buscar.
-Volverán y nos cortarán la cabeza...- es lo último que dijo ese niño antes de enloquecer. Pocos días después tiró a su hermanita por una escalera y empezó a perseguir y amenazar a los otros niños. Sus padres ya no le permiten salir solo a la calle porque es seguro que intentará hacer daño a otras personas en medio de su delirio psicótico.

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