martes, 9 de mayo de 2017

Bullyng. Perpetradores.

Casi medio millón de niños españoles asegura sufrir agresiones por parte de sus compañeros en el colegio. Son los estudiantes de ESO, con 13 y 14 años los qe más padecen y ejercen el acoso escolar. El fenómeno, bautizado como bullyng por un psicólogo sueco, no para de crecer en Europa.

Este artículo ha aparecido en la hemeroteca del semanario dominical XL SEMANAL. En él, los periodistas se entrevistan con dos acosadores para que cuenten sus versiones de lo que suponen que estan haciendo.
"A ese chaval, Raúl, siempre lo estaba pegando, pero no se por qué lo hacía. No es que fuera mala persona, pero tú lo ves y te da una rabia interior que te dan ganas de pegarle... Era el típico chaval al que coges manía. Normalito, "pringado", no jugaba al fútbol, con el pelo largo... Cuando me ponía nervioso le pegaba. Ahora, cuando me lo encuentro, se me acerca y me saluda. "Hola, tío". Se le nota que quiere caerme bien, el muy idiota. Es caso aparte, aunque ahora me da un poco de pena. Yo no le pegaba palizas ni le robaba el bocadillo, pero como me ponía nervioso y en clase se sentaba muy cerca de mí, cada vez que me hablaba le daba una colleja con el estuche"
Alberto es un chico barcelonés de 16 años. Es muy educado con los adultos. Está un poco pendiente del móvil porque ha quedado con su novia, y quiere acabar cuando antes la entrevista, para atenderla debidamente.
El periodista le pregunta a Alberto si se siente un acosador."He pegado a mucha gente, pero nunca a nadie que no se lo merezca. Yo de primeras, o  me llevo bien con todo el mundo o me llevo a matar. Una vez me llevé un martillo a clase, una niña se chivó y los compañeros escondieron la mochila para que no me pillaran".
Alberto va vestido de tipo duro, con una cadena, pendientes, unos vaqueros muy ajustados y un plumas que le queda grande. Quítale todo eso y solo quedará un niño. Pero Alberto no lo sabe. Para él, como para todos los adolescentes, la ropa sirve para mandar un mensaje. Soy duro, puedo soportar más presión que tú. Hazte a un lado. La cruzada de Alberto es con los "pringados" que no asumen la idiosincracia del grupo de edad del muchacho, "con los moros y los sudacas, que me parecen sucios y tratan a la mujer como un objeto". Protege a su madre, porque es consciente de que su comportamiento no es el más deseable, pero la madre, una directora de una empresa, no tiene tiempo para saber nada acerca de su hijo. Lo llevó al psicólogo para que arreglara sus desarreglos emocionales que se traducen en explosiones violentas "con los pringados" de su instituto. El psicólogo le dio unas ciertas pautas y le recomendó unos ejercicios respiratorios, pero claro, ni el psicólogo es un padre, no es fácil ser adolescente en un mundo donde las reglas no están claras, ni las cosas están enfocadas a las personas de 16 años.

Son las 7 de la tarde y Rosario está luchando para que su hiperactivo nieto se termine el bocadillo. Joaquím es un niño de 8 años de Elche, estudiante de Segundo de Primaria. Los volteretas que da sobre el sofá, los intentos de manipular el mando de la Televisión, indican que estamos ante un niño con mucha energía y que no sabe emplearla adecuadamente.
"Dicen que soy malo porque pego, pero otros también pegan y nadie les dice nada".
Alberto, el adolescente, también aseguraba que empezó a actuar de forma agresiva a los 12 años, para evitar las acechanzas de otros acosadores en ciernes.
"La culpa es nuestra. Lo matriculamos en un colegio en línea valenciana y en casa solo hablamos en castellano. Joaquím no se enteraba en clase de la mitad de lo que decían los profesores. Parecía el tonto de la clase. Toda esa agresividad, que nos trae por  la calle de la amargura, tiene su origen en aquello".
A principios de curso, un padre llegó a dirección histérico, pidiendo la cabeza de Joaquim, porque él y unos amigos obligaron a una niña a desnudarse. Como la profesora del comedor les pone muchas limitaciones, en otra ocasión Joaquim puso hielos en el suelo para que se cayera. No mide a los adversarios ni las consecuencias de sus actos. En fin, sólo tiene 8 años.

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