sábado, 27 de mayo de 2017

Charles Lindbergh, el águila solitaria.

21 de mayo de 1927. Es un apacible sábado por la tarde. Más de 100.000 personas parecen esperar algo o a alguien en las instalaciones del aeródromo de Le Bourget. A medida que las horas pasan, y el cielo permanece vacío, los rumores de un desenlace desagradable para la vida del piloto estadounidense Lindbergh se disparan. No ha podido cruzar el Atlántico Norte en un vuelo sin escalas. Ya se han perdido diez aviones de esta manera. ¿Por qué Lindbergh no va a ser el undécimo?
Nada más terminar la guerra el piloto de guerra francés Nunggeser formó a los pilotos de la Aeropostal, un servicio de Correos con aviones, y anunció que él mismo intentaría cruzar el Atlántico. Nunca se volvió a saber de él.
En realidad a las 19:00 de la tarde Lindbergh está sobrevolando el sur de Gran Bretaña en un monoplano impulsado por un motor de 220 cv refrigerado por aire y equipado con los escasos instrumentos que se conocen. Viaja solo porque entiende que viajar a través del aire llevando un copiloto supone prescindir del combustible necesario para recorre 500 kilómetros. A las 22:00 de la noche Lindbergh ve las luces del aeródromo parisino. Los mozos de pista - en argot de esa época, foxterriers- han iluminado las pistas para que el piloto las vea. Aterriza tras 33 horas y 32 minutos. La gente ronpe el cordón formado por 50 gendarmes y dos unidades de Infanteria, cogen a Lindbergh y lo llevan a hombros.

Lindbergh había nacido en 1902 y había mostrado interés por las cuestiones mecánicas. Reparaba motores de coche y motocicleta de adolescente. Participó en numerosas carreras de motos hasta que descubrió los aviones y empezó su interés en los raids aéreos. Para conseguir una licencia de piloto estudió Ingeniería y se alistó en el Ejército, que era la única institución de los Estados Unidos dispuesta a mantener a los pilotos activos y la manutención de unos hangares repletos de personal auxiliar. En 1925, tras tres años como mecánico y foxterrier, pasa el éxamen teórico y pasa a tener titulación de piloto.
Trabaja para el Servicio de Correos. Aprende a volar con malas condiciones atmosféricas, a orientarse por las estrellas, etc... Una noche, mientras vuela, piensa en el premio de 25.000 dólares que ofrece el Gobierno al primer piloto que cruce el Atlántico Norte sin escalas. En 1925 Ramón Franco, un piloto hermano del futuro dictador de España, había hecho con escalas la distancia entre Palos de Moguer y Buenos Aires.

De vuelta en los Estados Unidos hizo un vuelo de 3000 kilómetros entre Washington y Ciudad de México. Se casa con su mujer, Anna Morrow, y se vuelve polémico al aceptar una condecoración del Gobierno de Hitler, aunque ese es solo uno de los muchos reconocimientos que recibió.
En 1932 alguien secuestra a su hijo de 20 meses. Los Lindbergh ofrecen a los que informantes una gratificación y la opinión pública parece olvidar sus veleidades con los nazis. 72 días después aparecen los restos del bebé Lindbergh en avanzado estado de descomposición. Lindberg presiona a las autoridades para que designen a un culpable, y el desafortunado parece ser un carpitero judío llamado Bruno Hauptmann. Será ejecutado en 1936.
Juristas actuales afirman que ese proceso con resultado de pena capital estuvo plagado de irregularidades y que estuvo influenciado por la presión mediática. Lo cierto es que Lindbergh quería esa clase e justicia y la obtuvo, a pesar de que posiblemente Hauptmann era inocente, cosa que tampoco se pudo probar en su día.

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