Un artículo de Inés Gallastegui.
CASI 500 ENFERMOS QUE COMETIERON DELITOS VIVEN EN DOS PSIQUIÁTRICOS PENITENCIARIOS ESPAÑOLES. ESTÁN SATURADOS. "eEL MDELO ES OBSOLETO Y ANACRÓNICO"
3 de abril de 2003, en la Clínica Fundación Jímenez Díaz de Madrid. La doctora Noelia de Mingo saca un cuchillo de 15 centímetros de hoja de su bata de médico y se dedica a asestar puñaladas a todos los que tienen la mala suerte de cruzarse en su camino: compañeros, pacientes y familiares. Su acción criminal duró apenas unos segundos y dejó un balance de tres muertos y seis heridos. En 1 de julio de 2017, la autora de aquella matanza disfrutó de un permiso de 90 días, mientras aguarda la última palabra del juez sobre su libertad definitiva.
Noelia de Mingo, para la que la Fiscalía pedía 65 años de cárcel, fue declarada inocente. Según el Tribunal, mató enajenada por su esquizofrenia paranoide, víctima de alucinaciones que le hacían creer que los que la rodeaban, especialmente sus jefes, eran un peligro para su vida.
Es España existen dos hospitales psiquiátricos para los enfermos mentales que cometen delitos de sangre, en Sevilla y Alicante. No son manicomios, como los de los chistes de los 80, pero están rodeados de misterio. La enfermedad mental asusta, y mucho, a pesar de que una de cada cuatro personas sufrirá una crisis psicológica grave a lo largo de su vida. Los funcionarios de prisiones dicen que son obsoletos, sus plazas sus insuficientes, siempre están faltos de personal, y en ocasiones, el que tienen no es el más adecuado.
Uno de los problemas de estos centros es que a veces no pueden reintegrar a la sociedad a las personas ancianas. "En una prisión normal a los 70 años es dan el tercer grado por cuestiones humanitarias. Nosotros tenemos en la enfermería a 10 ancianos impedidos. No tienen familia y ninguna residencia de la Red quiere hacerse cargo de ellos", dice un funcionario de prisiones de Fontcalent.
Otro problema es el triaje de los pacientes. Están mezclados los que son recuperables para la sociedad - si se toman la medicación y siguen las prescripciones del psiquiatra- con otros que tienen toxicomanías, para la que estos centros no están preparados. "Algunos toxicómanos son muy musculosos y agresivos, y nosotros, como Hospital, no estamos preparados para acogerlos. Además no tenemos personal experto en toxicomanías y adicciones".
Ha habido conflictos como intentos de evasión, quema de colchones o agresiones, pero no son la norma. Aún así la falta de triaje a la que aducíamos antes, combinada con la falta de material es una mezcla explosiva. Por ejemplo, el personal de Seguridad carece de walkie-talkies
La Unidad de Psiquiatría del Hospital de Aita Menni de Mondragón- un centro privado gestionado por las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón- abrió sus puertas en 2013. En él viven una veintena de enfermos mentales, declarados inimputables tras haber cometidos delitos de sangre o abusos sexuales, a causa de sus patologías particulares. Hay puertas cerradas, cámaras de seguridadpor todas partes y celadores con formación militar, pero la filosofía no es tanto tratar de contener dentro de sus celdas y espacios comunes a los presos como tratar de reformarlos, siguiendo la filosofía inglesa.
La esquizofrenia es una enfermedad cerebral y crónica con un componente genético que, si bien no se cura, puede tratarse con medicación, tratamiento psicológico, terapia y un seguimiento exhaustivo. Entre sus síntomas están las alucinaciones - visuales, aunque lo más común son las auditivas -, los delirios - ideas fijas, a menudo paranoides-, el pensamiento desorganizado y las alteraciones de la conducta. Hay síntomas más discretos y persistentes como la asociabilidad- gente que no se relaciona con nadie- la falta de emotividad y las alteraciones de la conducta o el deterioro cognitivo.
Los psiquiatras no comprenden que no se prescriban antipsicóticos de liberación lenta entre pacientes con delitos de sangre o sexuales.
Equiparar esquizofrenia con delitos es una barbaridad. Hay de 100, 75 posibilidades de que el enfermo mental sea víctima de una agresión por parte de una persona totalmente adapatada a su entorno y sana - por lo tanto un neurotípico perfectamente imputable- que cometa suicidio a mate a un tercero al azar.
"La gente dice que no hay suficiente información sobre las enfermedades mentales. Es cierto. Pero tampoco saben mucho sobre la diabetes, y no publican artículos sobre diabéticos asesinos", dice una asistente social conocida del autor de esta entrada. Hace alusión al tema del estigma.
Uno de los problemas de estos centros es que a veces no pueden reintegrar a la sociedad a las personas ancianas. "En una prisión normal a los 70 años es dan el tercer grado por cuestiones humanitarias. Nosotros tenemos en la enfermería a 10 ancianos impedidos. No tienen familia y ninguna residencia de la Red quiere hacerse cargo de ellos", dice un funcionario de prisiones de Fontcalent.
Otro problema es el triaje de los pacientes. Están mezclados los que son recuperables para la sociedad - si se toman la medicación y siguen las prescripciones del psiquiatra- con otros que tienen toxicomanías, para la que estos centros no están preparados. "Algunos toxicómanos son muy musculosos y agresivos, y nosotros, como Hospital, no estamos preparados para acogerlos. Además no tenemos personal experto en toxicomanías y adicciones".
Ha habido conflictos como intentos de evasión, quema de colchones o agresiones, pero no son la norma. Aún así la falta de triaje a la que aducíamos antes, combinada con la falta de material es una mezcla explosiva. Por ejemplo, el personal de Seguridad carece de walkie-talkies
La Unidad de Psiquiatría del Hospital de Aita Menni de Mondragón- un centro privado gestionado por las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón- abrió sus puertas en 2013. En él viven una veintena de enfermos mentales, declarados inimputables tras haber cometidos delitos de sangre o abusos sexuales, a causa de sus patologías particulares. Hay puertas cerradas, cámaras de seguridadpor todas partes y celadores con formación militar, pero la filosofía no es tanto tratar de contener dentro de sus celdas y espacios comunes a los presos como tratar de reformarlos, siguiendo la filosofía inglesa.
La esquizofrenia es una enfermedad cerebral y crónica con un componente genético que, si bien no se cura, puede tratarse con medicación, tratamiento psicológico, terapia y un seguimiento exhaustivo. Entre sus síntomas están las alucinaciones - visuales, aunque lo más común son las auditivas -, los delirios - ideas fijas, a menudo paranoides-, el pensamiento desorganizado y las alteraciones de la conducta. Hay síntomas más discretos y persistentes como la asociabilidad- gente que no se relaciona con nadie- la falta de emotividad y las alteraciones de la conducta o el deterioro cognitivo.
Los psiquiatras no comprenden que no se prescriban antipsicóticos de liberación lenta entre pacientes con delitos de sangre o sexuales.
Equiparar esquizofrenia con delitos es una barbaridad. Hay de 100, 75 posibilidades de que el enfermo mental sea víctima de una agresión por parte de una persona totalmente adapatada a su entorno y sana - por lo tanto un neurotípico perfectamente imputable- que cometa suicidio a mate a un tercero al azar.
"La gente dice que no hay suficiente información sobre las enfermedades mentales. Es cierto. Pero tampoco saben mucho sobre la diabetes, y no publican artículos sobre diabéticos asesinos", dice una asistente social conocida del autor de esta entrada. Hace alusión al tema del estigma.
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