sábado, 9 de septiembre de 2017

Las relaciones de pareja en la Antigua Roma.

Todos habremos visto alguna película de cine para adultos donde vemos a las parejas romanas hacerse de todo. Así que aprovecho este espacio para matizarlo. Las relaciones sexuales en la Antigua Roma estaban muy codificadas.

Un romano adulto no debía demostrar que el sexo fuera algo con lo que se divirtiera, sino como una especie de ejercicio físico que realizaba en compañía de su esposa y que le ayudaba a rendir mejor. La lengua de un patricio estaba destinada a pronunciar grandes discursos en el Foro o arengar a las tropas por lo que no se utilizaban mas que para dar besos húmedos. Tampoco estaba bien visto hacer el amor de día o que la esposa se desnudara completamente, con buena iluminación, ante su marido. Esas cosas...

El aborto no era un delito. Tampoco el infanticidio. El Imperio Romano era un lugar muy violento y eso algunos niños lo aprendían en el momento del parto. Aparte de que algunas comadronas romanas eran auténticas carniceras, que llegaban a trocear al niño dentro de la matriz para salvar la vida de su madre, el pater familias podía no aceptarlo, sobre todo si tenía dudas sobre la paternidad o si le complicaba el reparto del patrimonio entre sus herederos. En ese caso, el niño era llevado hasta la columna Lactaria para que los recogiera quien fuera. Si un patricio dejaba embarazada a una esclava podía ordenar la muerte del niño. Todo eso si la esclava sobrevivía al parto.

En cuanto a la homosexualidad no era plenamente aceptada. Un patricio podía obligar a tener sexo con penetración a un esclavo, pero no podía permitir que el esclavo le penetrase a él, porque si se descubría podía ser expulsado de sus cargos públicos o del Ejército. No les importaba tanto que se fuera gay activo como que se tuviera pluma. Se llegó a prohibir la ópera porque los hombres que cantaban impostando la voz les parecían afeminados a las autoridades.

Roma era una sociedad machista: la esposa y las hijas eran herramientas en los planes políticos del pater familias. Podían intercambiarse sin pedirles cuentas o ser repudiadas sin que ellas pudieran replicar o hacer reproches. Eso, sí, era obligatorio casarse, porque el Imperio o la República romana necesitaban nuevos ciudadanos.

El matrimonio se hacía ante un magistrado que levantaba actas de la unión de los cónyuges y del pago de la dote. Si no costaba más que una mañana en el Foro o un apretón de manos entre dos pater familias una boda, un divorcio costaba aún menos. Las esposas podían divorciarse sin dar explicaciones o siquiera informar al marido. Claudio llegó a estar divorciado de Mesalina sin tener noticia de ello, y como él muchos patricios. Por lo demás, las infidelidades no pasaban ni de anécdota. No se castigaban salvo que hubiese hijos ilegítimos o propiedades en peligro. Y cuando se castigaban, se hacía con la muerte.

PARA SABER MÁS:

Sexo y poder en Roma
Paul Veyne (Editorial Paidós).

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