viernes, 26 de enero de 2018

Garrote vil.

En 2018 se cumplen 40 años de la abolición de la pena de muerte en España. Con ese motivo XL Semanal rescata la historia del garrote vil de ajusticiar, un instrumento que nos retrotrae a épocas por fortuna superadas.

A finales del siglo XVIII se siguen ejecutando personas en Europa, pero hay una nueva sensibilidad al respecto. La gente quiere matar a los reos que más temor causan por lo abyecto de sus crímenes y a algunos opositores políticos, pero no quieren que sufran. Todo se vuelve aséptico. Los aristócratas que pasan sus últimos instantes en la guillotina saben que en unos segundos todo habrá terminado de una forma limpia. Los ingleses siguen ahorcando rateros, pero ahora estudian los métodos de matará para que se rompan el cuello durante la caída. No quieren esas largas asfixias en las que el condenado se hace pis encima. Tampoco quieren que los allegados de los penados sobornen al verdugo para que sea negligente y el tremebundo cortados de bolsas sobreviva lejos del lugar de sus fechorías bajo una identidad falsa.

En España, tanto el Real Decreto de José I Bonaparte, del 19 de octubre de 1809, como la Constitución de las Cortes de Cádiz de enero de 1812 quieren que las ejecuciones "sucias" y los sobornos a los verdugos se terminen por lo que instituyen el uso del garrote vil

Con la restauración en el trono español de los Borbones, Fernando VII dictanina que se siga ahorcando a los plebeyos mientras que el garrote vil sea para los hijosdalgos. En 1832 dispone que haya garrote noble para los aristócratas mientras que los penados políticos liberales y los delincuentes plebeyos sean ajusticiados por el garrote ordinario.

La diferencia entre ambas ejecuciones está en el ceremonial. El hidalgo es llevado en un carro hasta el cadalso y su muerte es tapada por cortinas y crespones negros. El plebeyo es llevado al cadalso en un serón tirado por una mula, entre abucheos, y ejecutado a la vista de todos. La asfixia y la rortura del cuello es la misma para ambos.


El 2 de marzo de 1974 tienen lugar las dos últimas ejecuciones en España. El anarquista Puig Antich es ajusticiado con el garrote de corredera en Barcelona mientras el mendigo Georg Michael Wenzel es ejecutado con el de alcachofa en Tarragona.

El verdugo de Wenzel resultó ser un chapucero sin experiencia. No trajo al lugar de la ejecución el bastón del garrote, así que puso el collar de metal con la manivela en torno al cuello del penado y lo accionó con las manos. La labor del bastón de sujetar el dogal la ejecutaron dos guardias civiles.

No fue una muerte rápida. Hubo que interrumpirla porque el punzón se clavaba lentamente en el cerebelo de Wenzel, y este daba gritos y sangraba de una forma escandalosa. Uno de los guardias se negó a seguir participando en esa sangría.

Gregorio Mezquita, el alcaide de la prisión, hizo un receso para que se instalase un taco de madera para ajustar el cuello del condenado, no sin antes propinar una bofetada al verdugo, José Moreno Moreno, por su ineficacia, ni de amenazar a los asistentes a la ejecución con la cárcel si hablaban.

Tras otros veinte minutos de gritos, sangre, y amenazas Moreno Moreno terminó con su cometido de dar muerte a Wenzel.

La Constitución de 1978 daba por abolida la pena de muerte en España salvo lo que dispusieran las autoridades militares en tiempos de guerra. Con la actual sensibilidad hacia los Derechos Humanos, ahora la pena capital española está aboñida en España en todos los posibles casos.

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