miércoles, 28 de febrero de 2018

MI NOMBRE ES TE ATA, de Nathan Krankowsky.

Cada dos años celebramos en Basauri una exposición sobre etnografía. La década anterior el evento sucedía cada año. Personas de otras culturas, muy diferentes a las nuestras, pasaban unos días entre nosotros y nos contaban cómo eran sus vidas cotidianas, qué valoraban y cómo nos veían a los europeos.

A la exposición de los indios de las praderas vino Brenda Child, una historiadora objiwah, con su hija Perdiz. Nos explicó que la política de la Oficina de Asuntos Indios a principios del siglo XX era "Salva al hombre y mata al indio". Docenas de niños eran separados de sus familias y se los encerraba en insalubres internados ( era la época de la gripe española de 1918) donde se les castigaba si hablaban su idioma o recordaban sus tradiciones.

Te Ata recibió en su internado para cHicas de Oklahoma el nombre de Mary Frances Thomson.No solo provechó sus dotes para la interpretación para interpretar teatro clásico griego en Broadway, Nueva York, sino que sus jefes le pidieron que organizase un espectáculo con danzas nativas, canciones de su pueblo, los chickashaw, y relatos tradicionales de los nativos americanos.

En una época en que los westerns mostraban a los indios como unos salvajes infantiles a los que se les podía quitar las tierras emborrachándolos, sin más capacidad de respuesta que el salvajismo más atroz - como si los colonos y los soldados de Caballería no hubiesen actuado del mismo modo-, Te Ata demostraba al público que los indios venían de alguna parte, que tenían una historia que contar.

Uno de los admiradores de Te Ata era el gobernador del Estado de Nueva York, Franklin Delano Rooselvelt, que le pidió que actuase para gente poderosa. Te Ata sería la primera nativa americana que cantaría cánticos tribales de las Primeras Naciones en la Casa Blanca para el presidente Rooselvelt, su esposa Eleanor, el rey Jorge VI de Inglaterra y la reina consorte Elizabeth en 1936.

Te Ata, cuyo nombre procede misteriosamente de una palabra maorí que significa "La Mañana", recopiló cienmitos de diferentes tribus para sus espectáculos, donde también tocaba tambores ceremoniales y cantaba. Murió a los 100 años, en 1995.

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