lunes, 17 de febrero de 2020

Los casinos de las reservas indias.

En la década de los 80, la Administración del presidente Ronald Reagan decidió compensar a las tribus indias por la usurpación de sus tierras ancestrales con la concesión de licencias para construír casinos. En aquella época las diversas reservas cargaban con un insostenible número de parados y el alcoholismo y la delincuencia juvenil campaban a sus anchas.

Gracias a la Ley para la Reglamentación del Juego en las Tierras Indígenas de 1988, las reservas indias pudieronponer en marcha todo tipo de negocios basados en los juegos de azar, un negocio por el que no pagan tributos al Gobierno. En 2000, las diferentes tribus tenían en marcha unos 350 casinos, que ingresaban anualmente unos 20.000 millones de dólares, lo que permitió que la renta per cápita se disparase un 27 por ciento.

Los reglamentos de la Comisión del Juego dictan que el 60 por ciento de estos beneficios vayan a programas sociales dentro de las reservas, cosa que los empresarios de los casinos procuran evitar con toda clase de triquiñuelas legales. De las 560 naciones indias, unas 224 han puesto en marcha casinos.

El mayor casino regentado por nativos americanos es el Foxwoods, gestionado por la tribu mashantucket Pequot en Connecticut. Los cauillas poseen el casino Morongo que ingresa anualmente unos 10.000 millones de euros.

Los detractores de estos negocios hablan de una pérdida de valores culturales, de la aparición de problemas relacionados con el crimen organizado y la prostitución y de la aparición de una élite cuyos intereses no suelen coincidir con los comunes de la tribu. Otros reconocen que los casinos han aliviado el problema del paro en las reservas. Algunas tribus han construído centros comerciales, museos etnográficos e incluso han litigado por tierras ancestrales con el dinero de las ganancias del juego.

Los onondags han prohíbido los juegos de azar en su reserva porque sus leyes prohíben el juego y la prostitución, a pesar de la legendaria habilidad que se les atribuye a los nativos americanos en los juegos de naipes con apuestas. Pero reclaman al Estado de Nueva York su derecho de proteger y visitar los lugares asociados a sus ancestros.

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