Escudriñó el sistema nervioso y dibujó las neuronas con primor de artista. Pero antes del Premio Nobel tuvo una juventud marcada por las peleas, los enfrentamientos con su padre, de quien recibió palizas. Un nuevo libro revela detalles de su biografía.
Santiago Ramón y Cajal fue un polímata: consumado fotógrafo, estudioso de los fenómenos paranormales, hipnotizador, ajedrecista, escritor de novelas de ciencia-ficción y púgil. Incluso se hizo culturista para vengarse de otro joven que lo había vencido - a él, un aragonés- en un pulso. No tenemos fotos de Ramón y Cajal recibiendo el Premio Nobel en 1906 pero sí tenemos fotos de joven, a los 20 años, marcando pectorales y vestido con un taparrabos.
Pero una pasión que lo acompañó siempre fue la pintura. Incluso después de compartir el Premio Nobel de Medicina de 1906 con Golgi, nuestro sabio explicaba los mecanismos de la vida con lápiz y papel.
Su padre, un médico rural muy dominante, salido por su propio esfuerzo de la más absoluta pobreza como campesino, era capaz de memorizar libros científicos enteros. De Santiago era difícil conseguir que prestara atención a algo, salvo cuando dibujaba. Justo Ramón, el padre, le confiscó los cuadernos de dibujo, los lápices de colores y le propinaba una paliza si lo pillaba haciendo bocetos.
Cajal dibujaba en papeles sueltos bocetos que escondía entre las piedras del campo. Conseguía pigmentos rojos y azules manipulando los librillos de fumar. El padre, tras una serie de golpisas aleccionadoras, lo mando un año a trabajar de aprendiz de barbero y otro como aprendiz de un zapatero. Llegaron a un acuerdo: "Estudiaré en la Facultad de Medicina si me pagas unas clases de dibujo". El padre cumplió y Cajal fue alumno del pintor León Abadías.
Más tarde usaría el dibujo para colorear las células sanguíneas y nerviosas, así como para hacer bocetos de las disecciones de cadáveres que hacía con su padre, Justo Ramón, en Zaragoza.
El dibujo le traería algunas complicaciones en el extranjero, como cuando los bobbys ingleses le encerraron en un calabozo por obstaculizar la circulación de una calle estrecha de Cambridge. Estaba haciendo bocetos de una fachada. Se perdió la comida en su honor que daba un collegue por sus descubrimientos en el campo de la Histología.
También heredó algo del carácter de su padre en lo de la concentración en sacrificio de los intereses afectivo- familiares. Estaba haciendo observaciones con el microscopio mientras una de sus hijas agonizaba. Su esposa llamó a su puerta varias veces sin obtener reacción alguna. La última vez que doña Silveria Cajal llamó fue para comunicarle que la hija de ambos había muerto.

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