viernes, 21 de abril de 2023

María José Galera, Mónica Ruíz y Jesús Maraña. Mala praxis periodística.

 


En 2000 hacía furor en televisión un supuesto "experimento social" que se prolonga hasta día de hoy. Se llamaba Gran Hermano y consistía en encerrar a 10 personas en un lugar apartado, con cámaras tomando nota para el público de su convivencia.

Dos de las mujeres del experimento de poner a personas normales, sin ningún rasgo particular destacable que los diferencie del público, a convivir eran María José Galera y la suplente Mónica Ruíz. Dos chicas normales hasta donde le es permitido a una ciudadana de a pie considerarse como tal, salidas del anonimato y que aspiraban a volver a él si todo salía mal.

Es entonces cuando aparece el carroñero de la desgracia ajena y jefe de redacción de la revista de periodismo de investigación Interviú, Jesús Maraña. Por lo vista este progre de cartón piedra, que ha vuelto a los medios con un artículo en el que dice que las chicas que se prostituyen son "víctimas del heteropatriarcado que hace negocio con ellas" en 2021 no recuerda que publicó que las dos mujeres citadas arriba eran prostitutas y chicas de alterne para vender más revistas.

La portada de Interviu anunciaba normalmente en la portada un desnudo de una modelo o de una personalidad pública femenina. Maraña y sus antecesores solían dejar que estas mujeres decidiesen el fotógrafo, el vestuario y las condiciones, pero eran mujeres que sabían que iban a recibir dinero a cambio y asumían los riesgos. A Mónica Ruíz y María José Galera les dijo que o se hacía una de estas sesiones de fotos o publicaban su pasado como chicas de alterne o prostitutas por cuenta propia.

En el caso de Maria José entrevistaron a su madame, Cristina Álvarez, sacaron a la luz los anuncios por palabras en los que la concursante se ofrecía a dar un masaje californiano por 10.000 pesetas (600 euros) y el testimonio de una compañera de negocio llamada Alba de la que no se supo mucho más. Lo que Maraña no publicó porque no interesaba para vender la revista era que María José estaba en la prostitución porque tenía una hija discapacitada con parálisis cerebral y que Mónica también tenía deudas que pagar. Mónica Ruíz ni siquiera ejercía como chica de alterne en la ciudad en la que vivía con su familia por respeto a ellos. Y en el momento de concursar ( solo estuvo 12 días y salió para que la situación no empeorase) era azafata de cruceros.

Las dos chicas acabaron tocadas psicológicamente por culpa de un progre con carné de periodista que hoy defiende a las chicas públicas de las clases bajas, que ofrecía todas las comodidades a las modelos y actrices ( porque sabía que lo podían denunciar si hacía que pasasen un mal rato en el set fotográfico) y que pagó por fotos robadas de celebridades, pero que en 2.000 consideraba que las chicas de alterne estaban en el negocio por diversión, o poco menos, y que se podía hacer astillas de la leña impunemente. La indemnización que los tribunales le obligaron a pagar para Mónica Ruiz le informaron de que él ( ni nadie) está en el derecho y la potestad de dar datos que impliquen un estigma como enfermedades o trabajo sexual.

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