Los amish son una comunidad cristiana que pertenece a la rama del anabaptismo, un movimiento nacido en el siglo XVI dentro de la Reforma protestante. Los anabaptistas se diferenciaron desde el principio porque rechazaban el bautismo de los niños, considerando que la fe debía ser una decisión personal y consciente, por lo que solo aceptaban el bautismo de adultos. De este tronco surgieron varias ramas, como los menonitas y, más tarde, los amish, quienes aparecieron en 1693 a raíz de una división interna. Su fundador, Jakob Ammann, defendía una forma de vida mucho más estricta y separada del mundo, lo que marcó el nacimiento de este grupo.
La fe de los amish se vive de manera muy práctica. Para ellos, seguir a Cristo significa vivir con humildad, sencillez y obediencia dentro de una comunidad que se aparta lo más posible de la influencia del mundo moderno. Por eso llevan un estilo de vida muy particular: no utilizan electricidad de la red pública, evitan automóviles y dispositivos electrónicos, y mantienen una vestimenta sencilla, sin adornos ni colores llamativos. Los hombres dejan crecer la barba tras casarse, mientras que las mujeres visten con cofias y vestidos largos que simbolizan modestia y sumisión.
La economía de los amish está basada sobre todo en la agricultura y en oficios manuales como la carpintería o la elaboración de muebles. Trabajan de manera comunitaria y valoran el esfuerzo colectivo más que la ambición personal. La educación también sigue este enfoque: los niños estudian únicamente hasta el octavo grado, alrededor de los catorce años, en escuelas propias de la comunidad, donde se les prepara para la vida práctica más que para una carrera académica.
En cuanto a su relación con el resto del cristianismo, aunque comparten raíces con el protestantismo, los amish se consideran aparte. No tienen como misión evangelizar ni ganar nuevos miembros fuera de sus comunidades; su preocupación es más bien mantener la pureza y la unidad interna. Respetan a otros protestantes, pero marcan una distancia clara, pues consideran que la vida moderna y el contacto excesivo con la sociedad exterior los pondría en riesgo de perder sus valores. Mantienen una relación algo más cercana con los menonitas, quienes son sus parientes espirituales, aunque estos últimos son más flexibles en cuestiones tecnológicas y de integración social.
La vida religiosa de los amish está organizada alrededor del Ordnung, un conjunto de normas no escritas que determinan la conducta, el uso de la tecnología, la vestimenta y hasta las formas de trabajo. El culto se celebra en casas particulares y no en iglesias, lo que refuerza la dimensión comunitaria y familiar de su fe. Sus reuniones son largas y sobrias, centradas en la oración, la lectura bíblica y el canto. Una característica llamativa de su tradición es el Rumspringa, un período en la juventud durante el cual los adolescentes tienen la posibilidad de experimentar con el mundo exterior antes de decidir si desean comprometerse plenamente con la comunidad mediante el bautismo.
Las normas de disciplina son estrictas. Cuando alguien rompe gravemente las reglas del Ordnung, puede ser excomulgado y sufrir el Meidung, que significa un rechazo social que va desde no compartir comidas con la persona hasta cortar casi todo contacto. Aunque esta medida puede parecer dura, los amish la entienden como un modo de proteger la integridad del grupo y de llamar al arrepentimiento.
El matrimonio solo se permite entre miembros de la comunidad, y la vida familiar ocupa un lugar central. Se espera que las parejas tengan muchos hijos, lo que refuerza la continuidad del grupo. Su lengua también refleja su identidad particular: en la vida diaria hablan un dialecto conocido como Pennsylvania Dutch (un alemán suizo antiguo), utilizan inglés en las escuelas y el comercio, y recurren al alemán alto en la liturgia.
En resumen, los amish representan una expresión muy singular del cristianismo anabaptista. Su vida está marcada por la sencillez, la disciplina y la separación del mundo moderno. Aunque comparten con los protestantes la fe en Cristo y en la Biblia, su forma de entender la práctica religiosa los ha llevado a construir comunidades cerradas, con tradiciones propias, donde la fe no es solo una creencia, sino un estilo de vida que impregna cada aspecto de la existencia cotidiana.
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