miércoles, 19 de noviembre de 2025

Espartaco y la Tercera Guerra Servil (73- 71 a de C)


«Bajo el fuego del campamento» — Dramatización

La noche había caído sobre el campamento en las laderas del Apenino. El fuego central crepitaba y arrojaba sombras largas sobre los escudos alineados. A lo lejos se escuchaban los balidos de las cabras robadas esa misma mañana y el murmullo inquieto de los niños. Espartaco, con la espada envainada y el manto sobre los hombros, observaba aquellas sombras como si fuesen presagios.

Enomao se acercó despacio.
—Otra vez despierto cuando todos duermen —dijo con una media sonrisa áspera—. No puedes vigilar tú solo a un ejército entero.

Espartaco no apartó la vista del fuego.
—No vigilo por miedo. Vigilo porque cada uno de los que ves ahí depositó en mí algo que no sé si merezco: confianza.

Enomao se acomodó a su lado, apoyando el gladius en la tierra.
—Confianza, sí. Pero también peso. Y ese peso empieza a rompernos las piernas. No somos un ejército, Espartaco: somos una caravana interminable de esclavos, niños, mujeres, ancianos… Un pueblo que camina sin saber adónde.

Espartaco suspiró.
—Lo sé. Cada día que pasa avanzamos más despacio. Cada herida tarda más en cerrar. Cada boca necesita comida. Pero no puedo dejarlos atrás. No después de lo que hemos prometido.

—Nos prometimos libertad —corrigió Enomao—, no arrastrar a quienes no pueden sostener una lanza. Si seguimos así, Craso nos alcanzará. Y cuando lo haga…
Hizo un gesto de resignación con la mano.
—No habrá clemencia.

Espartaco apretó la mandíbula.
—¿Crees que no lo he pensado? Crixo quería separarse, dividirnos, dejar que los más rápidos y fuertes siguieran adelante mientras los demás buscaban refugio. Le dije que la fuerza está en mantenernos juntos. Y aún lo creo… pero la fuerza también debe moverse.

—La fuerza es coherencia, Espartaco —murmuró Enomao con voz grave—. ¿Cuál es nuestro destino? ¿El norte, para atravesar los Alpes? ¿El sur, para robar un barco y regresar a Tracia? ¿O seguir dando vueltas por Italia esperando que Roma se canse?
Le sostuvo la mirada.
—No tenemos un plan a largo plazo. Solo improvisamos.

Espartaco entrecerró los ojos.
—¿Y qué propones?

Enomao se tomó un segundo, como si midiera cada palabra.
—Definir un objetivo claro. Un camino. Aunque sea arriesgado. Volver al norte, buscar la montaña, abandonar a quienes no puedan combatir… o enfrentar a Craso antes de que se unan Pompeyo y Lúculo. Lo que sea. Pero debemos decidirlo ya.

Espartaco pasó la mano por el filo de su espada sin sacarla.
—¿Abandonarlos? ¿De verdad lo dices?

—No hablo de entregarlos al enemigo —replicó Enomao—, hablo de dejarlos en lugares seguros, dispersos, en aldeas amigas, en bosques donde puedan ocultarse. No podemos proteger a todos. Y, si caemos nosotros, tampoco ellos sobrevivirán.

Una brisa nocturna agitó las antorchas. El silencio se alargó.

—A veces —admitió Espartaco— me pregunto si Craso será finalmente quien nos derrote.
Lo dijo sin miedo, casi con una serenidad amarga.

Enomao soltó una carcajada corta.
—No digas eso ni en broma. Aunque sé que lo piensas más a menudo de lo que confiesas.

—No por falta de valor —repuso Espartaco—, sino por falta de tiempo. Roma ha despertado. Ya no envían pretores inexpertos. Envían a Craso… y detrás de él, Pompeyo. Y quizá Lúculo desde el mar.

—Por eso pido que dejemos atrás el lastre —insistió Enomao—. No para ser crueles. Para sobrevivir.

Espartaco bajó la mirada hacia el fuego.
—Los esclavos me siguen porque creen que soy distinto de sus amos. Si los abandono, seré exactamente igual que ellos.
Luego levantó la vista, más firme.
—Pero tienes razón en una cosa: debemos decidir. Mañana al amanecer convocaré a los jefes. Hallaremos un plan.

Enomao se puso de pie.
—Entonces aún tenemos una oportunidad. No será fácil, pero peores cadenas rompimos ya.

Espartaco asintió.
—Pase lo que pase, no dejaremos que nuestra libertad sea un accidente. Será una elección.

Enomao se marchó entre las sombras. Espartaco permaneció solo unos minutos más, observando el fuego hasta que este dejó de iluminarle el rostro.

Y cuando se levantó, lo hizo como lo hacen los hombres que han tomado una decisión antes de anunciarla. Espartaco fue un gladiador tracio que hacia el año 73 a. C. encabezó la mayor rebelión de esclavos conocida en el mundo romano, un movimiento que hoy llamamos la Tercera Guerra Servil. Tras escapar de la escuela de gladiadores de Capua junto con un grupo reducido de compañeros —entre ellos Crixo y Enomao— logró convertir una huida desesperada en un serio desafío militar para Roma. Su revuelta se extendió rápidamente por buena parte de Italia y demostró hasta qué punto la esclavitud, el latifundismo y la desigualdad social habían tensado la estructura de la República.

Aunque la tradición antigua dice que Espartaco había servido antes como soldado auxiliar del ejército romano, se desconoce con precisión en qué circunstancias. Algunas fuentes sugieren que fue capturado y reducido a la esclavitud tras desertar; otras que fue apresado por rebeldes o enemigos y vendido como gladiador. En cualquier caso, su formación militar previa explica la disciplina y la capacidad estratégica que mostró al dirigir un ejército improvisado.

Durante la guerra, Espartaco derrotó a varios generales romanos enviados apresuradamente para sofocar la revuelta. Venció primero a los pretores y comandantes locales que subestimaron el levantamiento, entre ellos Publio Varrón y Claudio Glabro, y más tarde a los cónsules Lucio Gelio Publicola y Cneo Cornelio Léntulo Clodiano. También consiguió evadir e incluso superar en maniobra a diversos contingentes senatorialmente nombrados hasta que el Senado decidió otorgar el mando a Marco Licinio Craso, cuyo ejército mucho más disciplinado y numeroso terminaría imponiéndose.

Dos de sus más cercanos colaboradores fueron Crixo y Enomao. Crixo, de origen galo, destacaba por su fuerza y temperamento, y encabezaba un sector de los esclavos de procedencia celta que veía la revuelta casi como una guerra contra Roma misma. Enomao, otro gladiador con experiencia militar, era apreciado por su capacidad de adiestrar y organizar. Ambos murieron antes del final de la guerra: Enomao probablemente en los primeros enfrentamientos y Crixo en una batalla independiente, cuando una parte del ejército rebelde se separó siguiendo sus propios objetivos guerreros.

La derrota final de Espartaco en la batalla del río Silaro se debió a varios factores combinados. Craso logró finalmente someter y acosar a los rebeldes con disciplina y superioridad numérica, estrechándoles las rutas de fuga y agotando sus recursos. El ejército de esclavos, formado de manera heterogénea y con una disciplina inestable, carecía del equipo regular y de una cadena de mando sólida frente a un enemigo profesional. Además, para entonces los intentos de Espartaco de abandonar Italia —como la frustrada salida hacia Sicilia— habían fracasado, lo que obligó a afrontar una batalla decisiva en un momento de debilidad táctica.

A las tropas de Espartaco no solo se unieron gladiadores y esclavos domésticos; también lo hicieron numerosos campesinos pobres, colonos y plebeyos empobrecidos. Para muchos de ellos, la revuelta simbolizaba una esperanza de liberarse de deudas, cargas fiscales o de un sistema agrario dominado por grandes latifundios que habían desplazado a los pequeños propietarios. La crisis agraria de la época, acelerada por las guerras exteriores, había generado amplios sectores descontentos que veían en la rebelión una posibilidad de romper un orden injusto.

En cuanto a la naturaleza misma del levantamiento, sigue siendo objeto de debate. Para los esclavos, la meta inmediata era la libertad frente a sus amos. Sin embargo, el contexto económico y social sugiere que la revuelta trascendió el simple enfrentamiento entre esclavos y propietarios individuales. Al golpear especialmente a los latifundios, atacar caravanas de suministros y atraer a campesinos libres arruinados, la rebelión actuó también como una protesta contra el modelo económico latifundista que sostenía la República. Aun así, no parece que Espartaco intentara instaurar un nuevo orden político o social: su objetivo más probable —según las fuentes antiguas— era escapar de Italia y devolver a sus seguidores a sus tierras de origen. Por eso, más que una revolución social planificada, su revuelta fue una combinación de lucha por la libertad, rechazo al sistema esclavista y expresión del descontento popular acumulado en el campo italiano.

📜 APPIANO – Historia Romana, Libro I (Guerras Civiles)

Sobre el inicio de la revuelta y el ascenso de Espartaco

Apiano, Guerras Civiles, I, 116

«Unos doscientos gladiadores intentaron huir de la escuela de Capua; setenta y ocho de ellos se abrieron paso. Se apoderaron de armas de cocina, derrotaron a los que les salieron al paso y tomaron armas militares. Nombraron jefes a Espartaco, Criso y Enomao.»

Cráso toma el mando

Apiano, I, 118–119

«El Senado, alarmado por tantas derrotas, encargó a Marco Licinio Craso la guerra. Craso restableció la disciplina castigando a los que habían huido mediante el diezmo y reorganizó el ejército para hacer frente al enemigo.»

El valor táctico de Espartaco

Apiano, I, 120

«Espartaco se retiraba y atacaba alternativamente, empleando tanto estratagemas como fuerza abierta, de modo que Craso comprendió que combatía contra un general experimentado.»

Intervención de Pompeyo y Lúculo

Apiano, I, 121–122

«Pompeyo regresaba de Hispania con su ejército, y Lúculo se hallaba en Brundisio con tropas frescas. Ambos, aunque no habían vencido a Espartaco, tenían sitiada a Italia, privándole de toda escapatoria.»

La derrota final en el Silaro

Apiano, I, 120–121

«En la batalla final, Espartaco abrió paso con la espada buscando a Craso, matando a dos centuriones que se le opusieron. Finalmente cayó rodeado por sus enemigos, luchando bravamente hasta el final.»


📜 PLUTARCO – Vida de Craso

Plutarco es uno de los testimonios más detallados sobre la campaña.

Sobre la disciplina impuesta por Craso

Plutarco, Craso, 10

«Craso castigó con el diezmo a los cobardes y devolvió el valor al ejército romano, pues hasta entonces los soldados huían de los esclavos como si fueran enemigos invencibles.»

El enfrentamiento directo con Espartaco

Plutarco, Craso, 11

«Se dice que Espartaco, herido en el muslo por una lanza, se mantuvo aún en pie luchando hasta que, rodeado por sus enemigos, sucumbió bajo una lluvia de golpes.»

Papel de Pompeyo

Plutarco, Craso, 11

«Pompeyo interceptó a cinco mil fugitivos y los aniquiló, escribiendo al Senado que, mientras Craso había vencido a los esclavos en una batalla, él había arrancado la guerra de raíz.»


📜 FLORO – Epitome de Historia Romana, II, 8 (o III, 20)

Sobre la sorprendente fuerza rebelde

Floro II, 8, 20

«Roma tuvo que combatir no contra un ejército, sino contra un monstruo nacido de la propia esclavitud […] Espartaco, el gladiador, llegó a ser un enemigo temible para los propios cónsules.»

Intervención de Craso

Floro II, 8, 24

«Craso devolvió la confianza al ejército castigando con severidad a quienes habían huido y avanzó contra Espartaco encerrándole entre fosos y empalizadas.»

Pompeyo y Lúculo colaboran indirectamente

Floro II, 8, 27

«La llegada de Pompeyo por el norte y la de Lúculo por el sur cerraron toda salida a los rebeldes, que quedaron atrapados entre tres ejércitos.»


📜 OROSIO – Historiae adversus paganos, V, 24

El cerco total

Orosio V, 24, 6–8

«Craso contuvo a los esclavos en Italia, Pompeyo interceptó a los fugitivos que querían huir hacia el norte y Lúculo impidió que se embarcaran en el sur. Así se quebró la revuelta por todos los flancos.»


📜 SALUSTIO (atribuido) – Epítome de las Historias, 3.90–91

(Texto discutido, pero tradicionalmente usado por historiadores.)

«Espartaco obligó a los romanos a combatir con cautela; no fue fácil ni para pretor ni para cónsul sostener su ataque. Solo tras la llegada de Craso y la cooperación de Pompeyo pudo la República respirar.»


📌 Resumen del papel de cada general según las fuentes antiguas

Marco Licinio Craso

  • Reorganizó y disciplinó al ejército (diezmo).

  • Contuvo a Espartaco en el sur.

  • Construyó una línea fortificada en Calabria.

  • Venció en la batalla final del Silaro.

Cneo Pompeyo

  • Llegó desde Hispania.

  • Cortó la retirada de unos 5.000 rebeldes.

  • Atribuyó a sí mismo el final de la guerra.

Lúculo (Lucio Licinio Lúculo)

  • Regresaba de oriente con tropas frescas.

  • Impidió que Espartaco se embarcara hacia los Balcanes.

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