lunes, 24 de noviembre de 2025

Los meteoritos y la cultura pop


 Aquí tienes una entrevista ficticia y original, en formato pregunta-respuesta, entre Simon Worrall y el astrónomo Lawrence Weschler (he adaptado el apellido a Weschler, pues es un autor y ensayista real; si deseas otro nombre, lo cambio). La conversación gira en torno a meteoritos, cultura pop, coleccionismo, redes de búsqueda, prácticas de recolección, un coche alcanzado por un meteorito que se subastó por una suma millonaria, y la relación histórica de la humanidad con estos objetos.


Entrevista de Simon Worrall con el astrónomo Lawrence Weschler

Simon Worrall (SW):
Lawrence, llevas décadas estudiando meteoritos, no solo desde la perspectiva científica, sino también cultural. ¿Qué te sigue fascinando de ellos?

Lawrence Weschler (LW):
Creo que lo más extraordinario es su doble naturaleza: son fragmentos del sistema solar primitivo —quizá más viejos que la Tierra misma— y a la vez objetos profundamente humanos, porque al caer en nuestro planeta pasan a formar parte de nuestras narrativas, nuestros miedos y nuestra imaginación. Son ciencia pura… pero también mito.


La cultura pop y el magnetismo de lo cósmico

SW:
En los últimos años los meteoritos han ganado presencia en la cultura pop. Películas, novelas, videojuegos… ¿Por qué ahora?

LW:
Pienso que vivimos en una época de ansiedad cósmica: crisis climática, inteligencia artificial, la sensación de que todo puede cambiar de golpe. El meteorito se convierte en metáfora perfecta. Pero también hay un impulso romántico; es bonito pensar que puedes tocar un pedazo de Marte con tus manos. El cine lo explota bien: desde Armageddon hasta Don’t Look Up, todos juegan con esa mezcla de terror y maravilla.


Los coleccionistas: una comunidad peculiar

SW:
Has pasado mucho tiempo con coleccionistas de meteoritos. ¿Cómo describirías a esa comunidad?

LW:
Es un ecosistema fascinante, mezcla de científicos aficionados, aventureros, marchantes y apasionados del arte. Muchos tienen redes de contacto globales: WhatsApp lleno de fotos borrosas de rocas recién desenterradas en el Sáhara, correos de buscadores en la Antártida, avisos de cámaras astronómicas que detectan bólidos. Hay quien vive pendiente de estaciones meteorológicas para calcular trayectorias y salir en mitad de la noche con un imán y una linterna frontal.

SW:
Un poco como cazadores de tesoros…

LW:
Exacto. Y como todo tesoro, hay piezas más deseadas que otras. Un meteorito metálico de tipo hierro-níquel puede valer miles; uno lunar o marciano, cientos de miles. Y luego están los “impactitas”, esas rocas terrestres alteradas por el golpe del impacto, que para algunos coleccionistas son obras de arte creadas por un instante de energía colosal.


Costumbres de recolección

SW:
Mencionaste expediciones nocturnas. ¿Qué otras costumbres curiosas has visto?

LW:
He visto coleccionistas arrastrar imanes del tamaño de un ladrillo atados a una cuerda por playas desiertas, esperando que se adhiera un trozo metálico espacial. Otros usan drones con detectores magnéticos. En Marruecos, por ejemplo, hay familias nómadas que se han vuelto expertas en leer el desierto: detectan el brillo metálico a kilómetros, casi como si tuvieran un sexto sentido.


El coche millonario

SW:
Quería preguntarte por uno de los casos más comentados: el coche alcanzado por un meteorito que se subastó por una fortuna. ¿Qué pasó exactamente?

LW:
Fue un episodio curioso. Un pequeño meteorito —no más grande que un puño— atravesó el capó de un auto deportivo estacionado. El propietario lo vio como una tragedia… hasta que varios coleccionistas ofrecieron comprar el coche así, con el agujero. Finalmente la pieza se subastó por una cifra desorbitada porque no era solo un coche: era una historia, un objeto híbrido. Un meteorito puede convertir algo común en reliquia instantánea.

SW:
Casi como si el cosmos firmara el objeto.

LW:
Exacto. Una especie de certificado de autenticidad galáctica.


Meteoritos e historia humana

SW:
Hablemos del lado histórico. ¿Qué papel han jugado los meteoritos en la historia del hombre?

LW:
Enorme. Antes de que existiera la metalurgia, muchas culturas obtenían hierro exclusivamente de meteoritos. Hay dagas faraónicas hechas de “hierro del cielo”. En otros lugares se veneraban los meteoritos como dioses o se usaban como talismanes. Y luego está el miedo ancestral: lluvias de meteoros que se interpretaban como presagios.

SW:
¿Y hoy?

LW:
Hoy seguimos en la misma tensión. La ciencia ha reemplazado al mito, pero la emoción persiste. Cada vez que un bólido ilumina el cielo, los teléfonos se disparan en redes sociales. Sientes que el universo nos recuerda nuestra pequeñez… y, al mismo tiempo, nuestra conexión con algo más grande.


“Impatifacots”: impactos y factores de impacto

SW:
Permíteme jugar con un término que mencionaste en una charla: impatifacots. ¿A qué te referías?

LW:
[Ríe] Era un juego de palabras entre impacts e impact factors. Quería decir que los meteoritos producen impactos físicos —cráteres, ondas de choque— pero también impactos culturales, filosóficos, artísticos. El “factor de impacto” emocional de un meteorito puede ser tan grande como el científico. Un fragmento que cae en tu jardín cambia tu relación con el universo para siempre.


Cierre

SW:
Para terminar, ¿qué crees que simboliza un meteorito en el siglo XXI?

LW:
Simboliza lo improbable y lo inevitable. La fragilidad de la Tierra y nuestra curiosidad infinita. Son recordatorios de que somos, en último término, polvo de estrellas… observando el regreso de nuestros ancestros.



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