viernes, 28 de noviembre de 2025

Saladino (1138-1193).

 


Saladino —cuyo nombre completo fue Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb— nació en 1137/1138 en Tikrit, en una familia de origen curdo al servicio de los zengíes. Aunque creció dentro de una cultura árabe-islámica y dominó a la perfección la lengua y las formas políticas árabes, su linaje era inequívocamente kurdo, y él mismo nunca renegó de ello.

Llegó al poder en Egipto de manera gradual. En 1164 fue enviado allí con su tío Shirkuh como parte de una expedición de los zengíes para intervenir en las luchas internas del decadente califato fatimí, que era chií. Tras la muerte de Shirkuh en 1169, Saladino, a pesar de su juventud, fue nombrado visir del califa fatimí Al-Adid. A partir de entonces fue desplazando a los militares y burócratas leales al régimen fatimí y llenó los cargos clave con partidarios suyos y de su familia. Cuando el califa murió en 1171, Saladino abolió el califato fatimí y restableció la obediencia al califato abasí sunní, quedando él como el gobernante de facto de Egipto. Lo logró sin rupturas violentas masivas, mediante una combinación de habilidad política, paciencia y control militar.

El proceso mediante el cual unificó a los territorios musulmanes frente a los cruzados fue igualmente paulatino. Primero consolidó Egipto; luego, entre 1174 y 1186, avanzó sobre Siria, Palestina, el norte de Irak y partes del Hiyaz. Lo hizo enfrentándose a otros gobernantes musulmanes cuando era necesario, pero siempre justificando su expansión en términos de defensa común frente a los Estados cruzados. Su prestigio como líder piadoso y generoso, junto con su eficaz aparato militar, le permitió forjar un bloque político coherente bajo su dinastía, la ayubí.

Su papel en la batalla de los Cuernos de Hattin, en 1187, fue decisivo. Fue él quien planificó cuidadosamente el desgaste del ejército cruzado, cortando sus rutas al agua y obligándolo a marchar por terreno árido en pleno verano. El resultado fue la destrucción casi total de la fuerza militar del reino cruzado de Jerusalén. Tras Hattin, Saladino avanzó sin oposición significativa y, después de un asedio relativamente breve, negoció la rendición de Jerusalén en octubre de 1187. Se hizo célebre por permitir la vida y la libertad de muchos de sus habitantes cristianos a cambio de rescates moderados, evitando una masacre como la ocurrida en 1099 cuando los cruzados tomaron la ciudad.

Durante la Tercera Cruzada (1189–1192), Saladino se enfrentó a figuras tan imponentes como Ricardo Corazón de León. Aunque perdió algunas batallas —como Arsuf—, logró mantener el control de Jerusalén y resistir la reconquista completa del reino cruzado. Sus enfrentamientos con Ricardo se convirtieron casi en un duelo personal, con intercambios de cortesía y diplomacia que se hicieron famosos. Finalmente, ambas partes firmaron un acuerdo en 1192 que mantenía Jerusalén bajo dominio musulmán, pero permitía a los peregrinos cristianos visitar la ciudad y dejaba una franja costera en manos cruzadas.

En cuanto al cine, Saladino ha aparecido en varias películas, pero la más conocida para el público reciente de Hollywood es “Kingdom of Heaven” (2005) de Ridley Scott, donde es interpretado por Ghassan Massoud. La cinta dramatiza la toma de Jerusalén y presenta a Saladino como un líder noble y caballeresco, aunque de forma bastante estilizada.En El talismán (1825), Walter Scott ofrece una representación muy romántica de Saladino, coherente con la visión “caballeresca” que la Europa del siglo XIX construyó sobre él. No pretende ser un retrato histórico preciso, sino más bien una figura literaria idealizada que sirve de contrapunto moral y político a los cruzados.

Aquí tienes los rasgos esenciales de cómo lo presenta Scott:

1. Un monarca caballeresco y magnánimo
Saladino aparece como el ejemplo perfecto del gobernante justo: valiente, culto, generoso con los enemigos y escrupulosamente honorable. Scott lo retrata como un caballero “natural”, cuyo sentido del honor supera al de muchos nobles cristianos, a pesar de ser un “infiel” para los estándares medievales de la novela.

2. El maestro del disfraz y el sabio observador
Uno de los elementos más recordados del libro es el recurso narrativo del disfraz. Saladino se presenta ante Ricardo y otros cruzados haciéndose pasar por un médico árabe (el “hakim Adonbec”), lo que le permite observarlos, ayudarlos e incluso salvarles la vida. En esta versión, Saladino combina astucia, refinamiento intelectual y un deseo sincero de comprender al enemigo.

3. Un espejo moral frente a Ricardo Corazón de León
Scott contrapone a Saladino con Ricardo:
– Ricardo es impetuoso, heroico pero caprichoso.
– Saladino es sereno, prudente, dueño de sí mismo.

Esta contraposición sirve para subrayar un tema central de la novela: la caballerosidad no es patrimonio exclusivo de Europa, sino una virtud universal.

4. Un mediador entre Oriente y Occidente
En la obra, Saladino encarna la posibilidad de entendimiento entre culturas. Aunque es un enemigo militar, no es personal ni ideológico; más bien parece un interlocutor civilizado, capaz de admirar las virtudes del adversario y de mantener la paz si las circunstancias lo permitieran.

5. Un gobernante que inspira respeto, no miedo
Scott lo describe como alguien cuya autoridad se basa en el respeto y la veneración de sus hombres, no en el terror. Incluso los personajes cristianos, cuando descubren su identidad, suelen reaccionar con sorpresa mezclada con admiración.

En resumen, en El talismán Saladino es una figura romántica, noble y casi perfecta, construida más desde el idealismo caballeresco del siglo XIX que desde la historia real. Esta visión influyó enormemente en la percepción occidental posterior y dejó una huella clara en la cultura popular, incluida su representación en novelas, pintura y cine.


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