domingo, 11 de enero de 2015

El incorregible marqués de Sade.

El siglo XVIII es el de las intrigas sexuales. Unos aristócratas con mucho dinero y muchas oportunidades para el ocio se aburren, y llenan su tiempo con unas intrigas sexuales que sonrojarían a los adolescentes. Es en esta época donde Chordelos Laclós escribe las aventuras de un libertino, el vizconde de Valmont, que es el análisis más descarnado de esta clase de personajes. Las intrigas pueden humillarte, convertirte en el hazmerreir de la corte, doler, pero el amor de verdad, el que redime, puede llegar a matarte. Esa lección le cuesta la vida a Valmont.
Sade fue un libertino, ni mejor ni peor que otros. Para unos un adalid de la novela erótica, para otros un criminal sexual de corte violento, con talento para escribir. Las leyendas que entretejieron en torno a él los cortesanos ociosos, quizá con peores fantasías o inclinaciones que las suyas, el odio de su suegra, la señora de Montreuil, la naturaleza de sus escritos, nos hurtan al hombre. Nos impone el personaje. Y del personaje no sabemos qué es cierto o no.
Sade se vio envuelto en tres escándalos sexuales. En compañía de un criado - la leyenda dice- abordaron a la mendiga Rose Keller y le ofrecieron comida a cambio de sexo. "Yo no como de ese pan", dijo Rose Keller. Con engaños la condujeron a una habitación, la desnudaron y la azotaron entre los dos hasta casi su muerte.
Por lo menos esa es la versión que le llegó a Marais, el juez de alcobas, una especie de policía que husmeaba embrollos sexuales.
Otro escándalo, el de la cantárida. La cantárida es una droga de la época, también conocida como "la mosca española". Actúa como un estimulante de la líbido, pero si se te va la mano con la dosis puede provocar la muerte.
La denuncia de varias prostitutas es que Sade les había dado esta droga y las había penetrado, mientras el susodicho criado le azotaba a él. Días después se sintieron mal.
La suegra consiguió del rey una lettre de cachet que le obligaba a retenerlo en sus propiedades. Su esposa Reneé le consiguió seis adolescentes para que se encargaran de las tareas cotidianas que Sade no podía realizar por estar encerrado. Una de las chicas acudió a un clérigo de la familia Sade contando historias de abusos sexuales.
Sade siempre defendió que nunca hizo nada de estas cosas. "Soy un libertino, sí; como tal he escrito sobre todo lo que un libertino puede imaginar. Pero, por supuesto, no he practicado todo lo que he escrito, porque no soy un criminal ni un asesino".
Sade escribió sus obras como Justine o Filosofía en el tocador en sus encierros en diferentes cárceles. Tuvo un cargo político durante la Revolución Francesa que le permitió proteger a su familia política, que sí estuvo en las listas negras de los guillotinables por tener parientes emigados.
Cabreó mucho a un mojigato como Robespierre con un panfleto llamado "Ciudadanos; un esfuerzo más si queréis ser republicanos", donde defendía que un revolucionario de verdad debía prostituirse una vez al año.
Pero la verdad es que tanto el Antiguo Régimen, la Revolución, el Consulado del Directorío y Bonaparte decidieron que no debían circular ni sus escritos ni él libremente. Pasó 26 años de sus vida encarcelado. Su hijo mayor quemó gran parte de sus escritos y correspondencia cuando le comunicaron la muerte de su padre en el manicomio de Charenton. La familia no usó públicamente el título de marqueses de Sade hasta después de la ocupación nazi.

Para ver:
Geoffrey Rush interpreta al incorregible marqués.

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