UNA EXPEDICIÓN RECORRERÁ LAS COSTAS DE TERRANOVA Y LABRADOR DONDE PESCABAN ESTAS MARINOS INTRÉPIDOS EN EL SIGLO XVI.
La historia de los baleneros vascos, que algunos sitúan en las aguas de Terranova antes de que Colón arribase en las Antillas, ha pasado del mundo de las leyendas al mundo de los despachos académicos. Si viajamos a la población de Red Bay podemos encontrar un museo dedicado a nuestros paisanos. Ha sido la obsesión de Iñaki Arizmendi, un vasco afincado en Nueva York desde 1990. Este personaje pretende adentrarse en las aguas del Gran Norte en junio de 2017 con un selecto grupo de viajeros, que seguirán los pasos de los balleneros vascos de las manos de tres afamados antropólogos.
Se tratará de una expedición científica cultural para la que Arizmendi ha fletado un moderno rompehielos, el ENDEAVOUR, en el que incluso montara un helicóptero para trasladar a sus viajeros a las zonas más escarpadas de Terranova y la Península del Labrador, donde sus antepasados vascos dieron muerte a 20.000 ballenas en el siglo XVI. Con su grasa, procesada en esos mismos fiordos, se calentaba media Europa, por lo que esa región de Canadá era, en palabras del antropólogo Robert Grenier, "la Arabia Saudí de la Edad Moderna".
La dura rivalidad entre vascos, franceses y británicos en el Golfo de Vizcaya había llevado a la desaparición de la ballena franca austral en esas aguas, por lo que los atalayeros vascos dejaron de avistarlas. Las cofradías decidieron buscarlas en aguas más remotas, navegando contra la Corriente del Golfo, durante dos meses, y manteniendo las rutas y los portulanos en secreto, porque la supervivencia de comunidades enteras estaba en juego.
En 1978 Grenier descubrió en Red Bay, a solo 10 metros de profundidad, el San Juan, el galeón ballenero mejor conservado. Grenier lo sacó del fondo pieza a pieza, lo fotografíó, analizó todo lo que vio, y devolvió los restos al Atlántico, porque conservarlos en tierra hubiera resultado demasiado costoso.
Del estudio del San Juan se dedujo que los galeones británicos estaban inspirados en las naves vascas. A su regreso, en una travesia de un mes, con la Corriente del Golfo a favor, los vascos traficaban con aceite de ballena en Islandia, Irlanda, Inglaterra y Francia. De los fragmentos de barricas - kupelas - que llevaban a bordo, Grenier y Manu Izaguirre - vease entrada sobre el pecio de Urbieta - deducieron que la tripulación del San Juan consumía tres vasos de txakolí - vino dulce- o sidra al dia, lo que mantenía a raya el escorbuto.
Se deduce que los vascos llegaron a las costas americanas antes que Colón porque en uno de esos viajes uno de los capitanes comenzó a traficar con pieles de castor preparadas al estilo de los nativos de Terranova, los indios mic macs.
Son los héroes olvidados de la historia de la exploración de Norteamérica porque no los financiaba ningún rey. Iban por cuenta de sus cofradías gremiales a trabajar - y en ocasiones a morir en un mundo extraño - y no a plantar banderas. "Todos los canadienses hemos oído hablar de Jacques Cartier pero muy pocos sabemos en Canadá nada de la industria ballenera vasca del siglo XVI", se lamentó el consejero comercial del consulado canadiense en Nueva York.
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