martes, 2 de febrero de 2016

Victoria Woodshulls, la mujer que pudo ser presidenta de los Estados Unidos.

1869. Una mujer observa los pizarrines de los valores de la Bolsa de Wall Street. Está especialmente interesada en el valor del patrón oro. 139 dólares la onza, 142, 147... Cuando los precios alcanzan los 150 dólares por onza, Victoria Woodshull llama a uno de los recaderos y dice: "Avise al señor Vanderbilt que ya puede vender su oro".
Poco después el mercado del oro se desploma. Algunos compradores se suicidan al no poder venderlo de una manera que minimice las pérdidas. Las autoridades hablan seriamente de traer tropas a Brooklyn para evitar que se repitan disturbios como los de 1855 y 1863. Por suerte, la sangre no llega al río.
Victoria Woodshull, la primera  mujer broker de Wall Street, sabía que esto iba a suceder, que se hallaba ante una burbuja financiera, porque no siempre había tenido una vida respetable. Había sido espiritista y cigar girl, una mezcla de vendedora de cigarrillos y prostituta en las barracas de los mineros del oro de San Francisco.
Su padre, Buck Claffin, era timador, jugador de ventaja y chantajista. Un tipo que obligó a llevar a sus hijas una vida de fugitivas. Su marido, un médico llamado Woodshull, no resultó mejor. Victoria tenía amigas entre las meretrices de cierto nivel de Nueva York. Los hombres de negocios solían hablar descuidadamente delante de ellas, seguros de que sus mantenidas no entendían de sus tratos, y ellas informaban a Victoria de lo que iba a pasar sobre el parqué. Cuando dos brokers hablaron de un plan para subir artificialmente el precio del oro y crear una burbuja financiera, estas le dieron el queo a Victoria, y esta informó a Vanderbilt, el amante de su hermana Tennesee.
Las hermanas Woodshull abren con los beneficios del uso de información privilegiada la Woodshulls, Claflin & Company, la primera asesoria de compra y venta de acciones donde se atiende a las mujeres. Algunos testimonios de la época hablan del cartel en la puerta: "Los caballeros presentarán con diligencia sus peticiones y se retirarán sin dilación".
En 1872 las inquietudes políticas de Victoria Woodshull la han llevado a postularse com candidata a la Presidencia de los Estados Unidos. No espera ganar, pero cree que el hecho de que le permitan hablar en un ambiente tan masculinizado como el de un debate electoral ya es un avance.
El programa que Victoria presenta a las elecciones es muy rompedor con los valores de la época: jornada laboral de 8 horas, asistencia a los pobres, abolición de la pena de muerte y de la ley del matrimonio, creación de un tribunal internacional de Justicia...
Con las ganancias de su asesoría financiera Victoria saca al mercado una revista donde publica los cuentos de Georges Sand, habla de las condiciones en las cárceles de mujeres, da consejos a mujeres maltratadas por sus maridos alcohólicos o ofrece consejos de moda. Habla en sus discursos de la libertad sexual y eso le busca detractoras como Harriet Beecher Stowe, la escritora de LA CABAÑA DEL TÍO TOM, para la que la Woodshull es demasiado vulgar y alejada de los valores femeninos.
Los conservadores contraatacan pronto. Un fiscal detiene en ocho ocasiones a las dos hermanas durante la campaña y cierran la publicación de Victoria por difundir contenidos "escandalosos". Ni el propio fiscal entiende cómo funciona esa ley pero confiscan las rotativas.
Cuando termina la campaña Tennesee y Victoria están arruinadas, con la reputación social por los suelos y de vuelta en los bajos fondos. Para que no divulguen en oídos poco apropiados que Cornelius Vanderbilt recibía consejos financieros de una espiritista, la familia las instala en Inglaterra.
 Tennesee se casa con un aristócrata y vive a todo lujo. Victoria se casará con un banquero, y cuando muera se las arreglará para amasar una fortuna invirtiéndo en Bolsa. Recibirá de nuevo la atención de la Prensa cuando le comuniquen en 1920 que las estadounidenses tienen derecho al voto.

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