miércoles, 29 de agosto de 2018

EL CAPITÁN, y la banalidad del mal.

Esta película alemana reciente en blanco y negro cuenta la caída a los abismos de la maldad del soldado desertor e impostor Willi Herold. Es un personaje histórico.

Herold estudió para ser deshollinador, que no es un trabajo cualificado, ni mucho menos. Hasta  el 9 de septiembre de1943 lo encontramos en una Brigada de Trabajadores preparando las defensas del Muro Atlántico contra una posible invasión aliada.

En octubre de 1943 es obligado a realizar el Servicio Militar, encuadrado en una Unidad Paracaidista. Es enviado a Italia donde lucha en las batalla de Nettuno y Monte Cassino. No debió ser mal soldado porque recibió la Cruz de Hierro de Primera Clase por destruir dos tanques británicos en la playa de Salerno.

Es en abril de 1945 cuando deserta. Encuentra en un bosque un coche abandonado y, en el asiento trasero, un uniforme de capitán de la Luftwaffe planchado y bien doblado. Se lo pone y empieza a actuar como los oficiales que tanto teme.

Aglutina a su alrededor a una caterva de desertores y  se hace con el control del campo de prisioneros rusos y desertores alemanes de Anchendorfermoor. Le dice al comandante que trae órdenes expresas de Hitler para ello. Y le ceden el control.

Aquí nos tenemos que hacer dos preguntas. ¿Por qué no le pidieron esas órdenes por escrito? ¿Sus "hombres" no sospecharon nada cuando ven que su capitán rehusa enfrentarse a los aliados y no ven cómo recibe sus instrucciones acerca de adónde ir y qué hacer? Pero bueno supongo que lo que quieren es no morir en combate y hacer como que obedecen a alguien. Es comprensible.

Herold empieza a actuar en el campo como todos los oficiales que ha visto. Se mete tanto en el papel que se dedica a ajusticiar a los prisioneros por intentar escapar o por robar efectos de las instalaciones. Cuando más tarde, las autoridades aliadas los obligasen a desenterrar los cadáveres se hallarían 191 cuerpos fusilados con una ametralladora.

Anchendorfermoor es atacado por la aviación aliada, y tanto los prisioneros como el personal huyen en las cuatro direcciones. Nuevos crímenes de guerra ordenados por Herold. Mientras retroceden del frente, matan a un granjero alemán por colocar una bandera blanca en Frisia Oriental. Cinco trabajadores holandeses son fusilados por espías.

La carrera criminal de Herold termina cuando un comandante ordena su arresto. Hitler ha muerto y ya no sirve la excusa de las misteriosas órdenes secretas impartidas por él. Va a ser juzgado por un tribunal de la Kriegmarine, pero en el caos de la posguerra lo dejan marchar.

En 1946 a Herold, que ha vuelto a la vida civil como deshollinador, se le ocurre robar una barra de pan y es detenido por las autoridades de ocupación británicas. Allí cotejan los datos y descubren que es un peligroso criminal de guerra. Es guillotinado en 1946, junto con otros cinco de sus hombres. Los otros cinco son absueltos.

Nota:

Se supone que la principal obligación del soldado cuando deserta es mantenerse con vida. Herold no tenía ninguna necesidad de cometer esas atrocidades, que le impedían huir del hecho de que estaba involucrado en una guerra, incluso cuando la guerra terminó dos semanas después. Se metió tanto en el papel que incluso conservar la vida se convirtió en algo secundario.

La falta de empatía con los internos de Anchendorfermoor, entre los que bien pudo encontrarse unos días antes, hablan muy bien de una sociedad para la que un hombre vestido con un uniforme impecable tiene siempre la razón y no es cuestionado, y de un hombre que se convierte en un símbolo de algo que no le pertenece, lo asume, y actúa más allá del papel que la supervivencia le ha marcado.



Para ver:

https://www.youtube.com/watch?v=mVj23p5vwe4 

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