Los tulipanes, unas planta bulbosas de origen turco, llegaron a Europa a finales del siglo XVI y pronto se convertieron en una pieza deseada por los coleccionistas de la incipiente burguesía de los Países Bajos, cuya economía iba viento en popa gracias a los primeros negocios bursatiles a las mercancías que traía la Compañía de las Indias Occidentales.
Los tulipanes eran considerados una planta sagrada en Turquía. Las características del terreno ganado al mal eran las más adecuadas para los primeros bulbos de una flor de crecimiento vertiginoso. Además los tulipanes holandeses estaban aquejados de na enfermedad inoculada por un pulgón, lo que les proporcionaba una variada gama de colores, lo que aumentaba su rareza y precio.
En 1623 un solo bulbo podía costar 1000 florines, cuando los ingresos medios anuales de un trabajador eran de 150 florines neerlandeses. Durante la década de 1630, muchos burgueses holanseses invirtieron en el mercado de futuros de los bulbos de tulipán, pensando que jamás perderían valor. Los beneficios llegaron a superar el 450 por ciento de la inversión inicial. El mercado de esta bella pero inutil flor subió como la espuma, lo que dio origen a la primera burbuja financiera de la Historia.
En 1636 se declaró una epidemia de peste bubónica en Holanda, lo que dejó sin mano de obra los invernaderos. Los precios del mercado subieron, lo cual no fue un obstáculo para que muchos especuladores se hipotecaran para tener sus tulipanes. A principios de 1637 los inversores más lúcidos intuyeron que el negocio no daba más de sí, y empezaron a vender antes de que fuera demasiado tarde, lo cual provocó el pánico financiero en el país.
Los que no reaccionaron a tiempo se encontraron con bulbos carísimos que ya no podían vender. Muchos propietarios de clase media y alta se arruinaron y solo se enriquecieron los que vendieron sus bulbos a tiempo. A pesar de todo, el tulipán es la flor que simboliza el poder de Holanda.
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