jueves, 31 de enero de 2019

Serguéi Diaghílev y los Ballet Russes.

Arrancaba el siglo XX y los bailarines de los Teatros Imperiales Rusos huían del caos político de Rusia. En París, los recibió un empresario de inusitado talento: Serguéi Diaghílev. Con ellos montó una compañía que impresionó al mundo entero y a la que se unieron artistas como Stravinsky, Picasso y Chanel para crear las coreografías.



Julio de 1902. El campanario de la Basílica de San Marcos se ha venido abajo. Los venecianos han asistido, impotentes, a la agonía de la antigua torre durante casi cuatro días. Entre ellos se halla un turista ruso que ve en ello una premonición del derrumbe de los pilares de la cultura europea. Escribe una carta profética a su madrastra: "Un día volveré a Venecia para morir". Se llama Diaghilev y cumplira esta promesa 27 años más tarde.

La madre de Diaghílev había muerto a los pocos meses de morir el compositor. El padre, vástago de una familia noble que había hecho negocio con el monopolio del vodka, se arruinó cuando su hijo estaba a punto de entrar en la Universidad.

Diaghilev, un joven esteta ocioso y narcisista, tuvo que verse en la tesitura de buscar una fuente de ingresos, algo que le proporcionase reconocimiento público, sin ensuciar su status. Y la encontró montando óperas, ballets y exposiciones de cuadros.

Todo marchaba bien en su carrera cuando estalló la Revolución de 1905. La humillante derrota ante los japoneses por el control de Manchuria provocó una ola de disturbios contra el zar.

Diaghilev se encontraba en 1905 en San Petersburgo. Escribió: "Estamos aislados, en completa oscuridad. No hay medicinas, ni tranvías, ni periódicos, ni telégrafo... Y las ametralladoras están por legar. Es la hora de la verdad. Somos testigos de una época que temina y otra que nace. Nosotros la hemos creado, pero al final nos barrerá. Como sensual incorregible, mi único deseo es que la lucha que se avecina sea tan bella como la resurrección".

Hablar de la muerte como algo romántico no es lo mismo que tenerla cerca. Cuando Serguëi Legat, el amante de Diaghilev, se corta el cuello con una cuchilla y muere, Diaghilev decide que Rusia es demasiado peligrosa y huye a París.

Ya en la Ciudad de la Luz se anima a fundar una compañía e Ballet, un espectáculo más barato que la ópera. Hace ofertas a bailarines por menos sueldo del que tendrían en los Ballets Imperiales, pero pronto cuenta con 80 candidatos que aceptan la oferta. Están desesperados por dejar Rusia y sus veleidades revolucionarias atrás.

Nacían Les Ballets Russes, una compañía itinerante que recorrió los principales escenarios de Occidentes. Sus bailarines actuaron en Berlín, Buenos Aires, Nueva York, San Sebastián, Granada...Pero jamás en Rusia.

Las primeras bailarinas eran de la talla de Anna Pavlova, Tamara Karsavina o Ida Rubinstein. Pero tenían un papel secundario en la compañía, en la que los papeles principales de los espectáculos era para los hombres: bailarines de Leónide Massina, Michel Fokine, Adolphe Bulm y Nijinski. Muchos fueron amantes de Diaghilev, el primer homosexual reconocido y aceptado por la pacata sociedad accidental como tal.

Coco Chanel diseñó el vestuario; Maurice Rabel, Igor Stravinky, Debussy y Manuel de Falla compusieron para la compañía; Mattisse dibujaba los carteles; Picasso diseñaba los decorados. Los surrealistas rechazaban esta fusión de artes escénicas y visuales, pero Marcel Proust y Claude Monet defendieron estas espectáculos.

Les Ballets Russes estuvieron actuando hasta 1929, cuando sus espectáculos resultaron ser demasiado caros y elitistas para unas masas trabajadoras que exigen espectáculos de bajo presupuesto como los que ofrece en la Norteamérrica de la Gran Depresión el Teatro Federal.

 Diaghilev paga las deudas y disuelve su compañía. Sabe que está enfermo y le queda muy poco. Agonizará en Venecia, vestido con traje de cóctel, tarareando pasajes de Wagner, en compañía de sus amigos.

Su legado aún perdura, Músicos como Cole Porter y modistos como Ives Sait- Laurent reconocieron su influencia. Cuando a finales de los 60, enun suburbio de París se encontraron vestidos, figurines, carteles y bocetos de escenografía de Les Ballet Russes la prensa comparó el hallazgo con la apertura de la tumba del faraón Tutankamón en 1922. Los efectos se subastaron durante tres días.


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