sábado, 21 de septiembre de 2019

Arturo Pérez Reverte publica SIDI.

Arturo Pérez Reverte nos ofrece en su última novela como se imagina al Cid, lejos de los postulados de superhombre franquista, matador de invasores moros. Se ha centrado en su primer año de destierro de Castilla por orden de Alfonso VI, en 1080, tras haberle humillado en Santa Gadea haciéndole jurar que no había tenido nada que ver en la muerte de Sancho II de León, su hermano. Con un puñado de fieles, el infanzón se convierte en un mercenario que lo mismo ofrece sus servicios al conde de Barcelona, Berenguer Remont II, como al sultán de la taifa de Zaragoza, Mutamán Benhut.

El libro aborda desde el prisma revertiano ya acostumbrado temas como la lealtad, el honor, o el saber morir en un campo de batalla.


"Contra los abrazos del destino ningún talismán tiene poder".

"A menudo la derrota llega cuando uno se siente inclinado a hacer solo lo que puede".

Arturo Pérez Reverte. "SIDI".
















¿Cómo se te ocurrió escribir un libro sobre España durante la Alta Edad Media?

Lo decidí viendo la Trilogía de la Caballería de John Ford, tres películas sobre las luchas entre los nativos americanos y los colonizadores blancos. Me pregunté cómo describiría él nuestra frontera, la dura tierra de nadie entre los reinos cristianos como León y Castilla y las ciudades estado hispano musulmanas del siglo XI. Decidí contar el primer año de destierro del Cid, cuando no es mas que otra espada que alquilar, con unas mesnadas de aventureros que le siguen por lealtad a su persona y a su modo de mandar hombres, mas que por la posibilidad de un botín.

¿Qué tiene su Cid de particular?

El libro ahonda en cosas como la responsabilidad de mandar hombres en condiciones difíciles. Es un libro de autoayuda para líderes. Me he empollado los textos romances sobre el Cid, las anotaciones sobre ellos del hispanista Menéndez Pidal, todas las anotacionas sobre dirigir soldados de los tácticos Sun Tzu y Clausewitz, libros sobre la teoría de mando... Además la guerra la conozco por haber estado presente en varias de ellas. Sé lo que hacen los soldados cuando las garantías se acaban y se escucha el grito de "Sálvese quien pueda".

"Si vos, señor, me desterráis por un año, yo me destierro por dos".

Ese es el mítico orgullo del Cid, la razón de que tú y yo estemos hablando de él 900 años después. En el Cantar de Mio Cid se dice que el destierro voluntario duraría cuatro años.
El orgullo tiene mala prensa porque se confunde con la soberbia. El orgullo es útil en los tiempos de crisis, cuando el terreno que pisas ya no es tan firme como solía ser. Es primo hermano de la dignidad. La sobrebia no tiene nada que ver. Te ciega.

¿Había convivencia en la frontera en aquella época?

No hubo convivencia alguna sino coexistencia, que es muy distinto. La gente de la Edad Media tenía miedo de los que eran diferentes, temían que Dios les castigara por ser indulgentes con ellos. Pero en la frontera entre las taifas musulmanas y los reinos cristianos del norte las cosas eran tan precarias, que si un médico judío y una partera andalusí tenían que atender una población cristiana, nadie les miraría con mala cara. Hay que vivir un día más. Si se puede, y Dios y las razzias militares de saqueo de unos y otros te lo permiten.

Sorprende del Cid que envíe parte de sus botines a ese Alfonso VI que lo ha desterrado.

La gente marginal, como los mercenarios de la frontera de la época de la Reconquista se aferran a unos códigos para no sentirse desvalidos entre su propia mugre. El Cid era un mercenario que luchaba para otros. Ponía su espada y su hombres de armas - no los podemos llamar caballeros- al servicio del que paga, pero su lealtad a la Corona de Castilla no se vende. Lo he visto en las cárceles. Puedes ser el tipo más infame del mundo, pero siempre acatas unas reglas con las que no se regatea si no quieres verte solo.

El Cid tuvo que ser un buen estratega.

Al menos fue un buen táctico. Sabía prever y utilizar sus recursos. Sus hombres captaban información en el bosque y sus ruidos, la luz, las reacciones de sus monturas, el viento...Sabían prever las emboscadas y sus libros eran los campos de batalla. Me he encontrado con gente así en Bosnia, gente que echa un vistazo a la fachada de un edificio destrozado por las bombas y sabe que allí está emboscado un hijo de puta con un rifle de precisión.

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