jueves, 2 de enero de 2020

La Cumbre de Ginebra de 1985.

Y con esto terminó con las cinco grandes cumbres del siglo XX. Esta reunió a dos pesos pesados de los años finales de la Guerra Fría. Ronald Reagan era un hombre contradictorio. Por un lado invirtió capital público en un carísimo sistema de satélites artificiales capaces de interceptar y destruir cualquier misil intercontinental soviético: la prohibitiva- y esa es la clave de su fallo- Guerra de las Galaxias. Y por el otro quería ser reconocido como un hombre al servicio de la paz. Reagan era capaz de vivir con estas paradojas con coherencia.

Mikhail Gorbachov quería, en cambio, hacer una serie de reformas que aliviasen a la Unión Soviética del colapso económico, lo que significaba una política exterior menos agresiva y menos contratas para armamento nuclear.

En cuanto a anécdotas de la Cumbre diremos que Reagan casi se la carga - y de paso consiguió un incidente internacional- anunciando por la radio en broma: "Hemos proscrito para siempre Rusia. Empezamos a bombardear en conco minutos". Se puso blanco cuando le comunicaron que tenía al embajador soviético al lado del Teléfono Rojo y que la gente del Pentágono deseaban aclaraciones acerca de lo que se debía hacer.

Aclarado el malentendido, el Air Force One partió hacia Ginebra a una hora convenida por Joan Qigley, la vidente de Nancy Reagan. Las decisiones de política exterior se consultaban en detalles anecdóticos con esta mujer de mediana edad, tanto que los analistas de la CIA solían pregguntarse entre sí en los pasillos de Langley: ¿Qué ha dicho hoy Joan?".

La Cumbre fue un fracaso a corto plazo pero con el tiempo la Unión Soviética quedaría desmantelada durante agosto de 1991.

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