Lo que uno/a pueda hacer en la intimidad con su pareja no dista mucho de lo que haría un campesino medieval del siglo XII, salvo que no pondría en contacto su boca con los genitales de él/ ella. Nada de felacines o cunnilingus. Es una tradición heredada de la cultura romana. Con la boca se arenga a las tropas en el campo de batalla o se reza a Dios. La lengua no se debe usar para nada tan bajo.
La historiadora Katherine Harvey, doctora por el King´s Collegue de Londres desmitifica algunos de los tópicos que tenemos mis contemporáneos y yo sobre la sexualidad de la Edad Media en su libro LOS FUEGOS DE LA LUJURIA. UNA HISTORIA DEL SEXO EN LA EDAD MEDIA (editorial Ático). Por ejemplo, ninguna mujer estaba obligada a usar un cinturón de castidad ya que durante la ausencia del marido la muchacha todavía menstruaría y necesitaría orinar y defecar, por lo que es bastante probable que de haberse utilizado, la usuaria hubiera muerto de una infección o de que los delitos sexuales quedasen impunes (vease la película de Ridley Scott EL ÚLTIMO DUELO)-
Pero una cosa que ellos practicaban mucho y que nosotros en absoluto es el sexo interfemoral. Es decir, estimular con la presión de los muslos de ella el pene de él hasta conseguir la eyaculación.
Para los teólogos la única razón por la que Dios había creado sexuados a hombres y mujeres era para pemitir la reproducción humana. Los médicos sabían que los semillas germinales de la pareja se producían durante el orgasmo, por lo que la pareja debía alcanzarlo simultáneamente si quería concebir. Sorprende saber que en el siglo XV el placer femenino era tenido en cuenta.
Según Katherine Harvey la mayoría de los tratados indican que los varones deben tomar la iniciativa durante el coito. Abrazabas, besabas, decías palabras agradables a tu esposa, antes de tocarle los pechos y estimularle la zona genital. El varón debía saber por los mobimientos oculares y la respiración de su pareja cuando estaría lista para la penetración, y es fundamental no derramarse hasta que la mujer alcance el orgasmo, o, de lo contrario, no se quedaran embarazadas. También se recomienda que el hombre se unte el pene con ungüentos para mayor deleite de su esposa.
El hombre debía quedar sutuado encima de su esposa en la postura del misionero para " que la semilla se elevase hacia arriba y después cayese". No ser recomendaba hacer el coito tumbado de lado, "porque a semilla se acumulaba en un lado del útero y se impedía la procreación". Se desaconsejaba hacer todo esto durante la menstruación porque los hijos nacerían con lepra.
Por supuesto, las prostitutas sabían que todo esto no se ajustaba a la realidad, pero los galenos decían que en su caso las relaciones sexuales frecuentes provocaban en ellas que el útero no fuera útil para concebir.
Aunque la Iglesia bendecía el sexo dentro del matrimonio las relaciones prematrimoniales y los embarazos de novias no esperados eran frecuentes. Pero después de yacer con tu prometida no podías repudiarla bajo pena de multa cuantiosa. Tampoco podías romper con una muchacha con la que no habías yacido.
En el sínodo de Aquisgrán de 862 se afirmaba que "casi ningún hombre que se haya unido a su mujer es virgen antes del matrimonio". Las prostitutas se tolaraban como un mal necesario como se toleraba a los prestamistas judíos. Los concejos de las ciudades decidieron regular la prostitución y hubo casos de mancebías en manos de órdenes monásticas femeninas.
A partir del siglo XV, ciudades como Nüremberg, Múnich o Dijon acotaron barrios del placer dirigidos por funcionarios del burgo y patrullados por los corchetes de las ciudades. Son los primeros barrios rojos, donde las prostitutas pueden trabajar sin que se las moleste. Pero esto no era así en toda Europa. En Londres, las mujeres encarceladas por prostitución o proxenetismo recibián castigos en escala ascendente. Rapado del cabello, presiones pública, exposición en el cepo y el destierro a la tercera infracción.
La homosexualidad estaba prohíbida por toda Europa. A principios del siglo XV, 26 sodomitas fueron ejecutados en Bruselas. En 1357, el gondolero Nicoletus Marmanga y su aprendiz Johannes Braganza fueon condenados a la hoguera por consumar su amor "contra natura".
Practicar el sexo anal era algo prohibidísimo incluso entre parejas heterosexuales porque se lo consideraba ir contra "el orden natural de las cosas". En 1481, Giovanni Furlán, un pescador de Venecia, fue decapitado y quemado como castigo por su "frecuente sodomía con su esposa".
Tampoco había tolerancia con las relaciones amorosas entre personas de diferente religión. Una musulmana podía perder la vida por acostarse con un cristiano aunque a menudo se le conmutaba la pena capital si se convertía en esclava de la Corona. Perdía la libertad y el delator recibía una parte del importe de la venta.
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