En un claro del bosque, donde el viento murmura,
vive Buck, un border collie de esbelta figura.
Ágil, veloz, con mirada encendida,
es el joven que desafía la rutina compartida.
Buck, travieso, con energía desbordante,
se lanza a jugar, audaz y arrogante.
Con ladridos y saltos despierta a Fox temprano,
quien dormía tranquilo, hecho un ovillo en el llano.
Fox se alza, con el ceño marcado,
"¡Maldito cachorro, ya me has despertado!"
Su mirada fulmina, su gruñido resuena,
pero Buck sólo ríe, como si nada fuera.
"¡El viejo ha aceptado!" piensa el collie travieso,
y con brincos de gloria, lo toma como un beso.
Corre en círculos, zigzaguea sin parar,
mientras Fox lo persigue, dispuesto a regañar.
En la pista canina, el duelo se enciende,
Buck salta aros, y Fox no se desprende.
Un truco aquí, un giro allá,
pero la tortilla juntos se la van a zampar.
Ainara los mira, con sonrisa encantada,
dos espíritus libres, en danza orquestada.
Buck, el jovial, y Fox, el maestro,
en la rivalidad hallan un vínculo honesto.
Así pasan los días, entre juegos y ladridos,
con Fox gruñendo y Buck divertido.
Son rivales y amigos, un dúo sin igual,
la energía de uno, la astucia del otro: un combo ideal.
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