Algunas especies de rata, como la rata parda (Rattus Novergicus), también llamada rata gris o de alcantarilla, llegaron a Europa procedentes desde China y Mongolia. La rata negra ya vivía antes de la llegada de las ratas pardas en Europa. Pero nunca antes del siglo XXI se habían dado tantos elementos circunstanciales para la expansión de estos roedores, como la eclosión de las megaciudades y el cambio climático.
Es tanta la relación simbiótica en el ecosistema urbano de las ratas y los seres humanos que las primeras ya no podrías sobrevivir sin las personas. A esto los zoólogos lo llaman sinantropismo. Las ratas comen nuestras sobras y usan nuestras viviendas y nuestras infraestructuras como refugio.
Una investigación reciente ha analizado las poblaciones de ratas en 16 ciudades del mundo, en 11 de las cuales se ha detectado una explosión demográfico de estos roedores ( en 69 por ciento). Los números crecían en las ciudades más densamente pobladas y con un mayor aumento de la temperatura.
Como mamíferos pequeños que son, a las ratas no les sienta bien el frío, por lo que con temperaturas frías, a las ratas se les altera el metabolismo y el ritmo cardíaco, aceleran la respiración y caen sus defensas inmunitarias.
El estudio desveló también la importancia de las zonas verdes en el éxito demográfico de las ratas. Analizando las dimensiones de parques y jardines entre los años 1992 y 2020, se desveló que las zonas verdes frenaban la proliferación de ratas. Es posible, no obstante, que los parques pequeños beneficien a las ratas porque tienen suelo libre para escarbar y papeleras repletas de comida. Los parques grandes, como el Central Park de Nueva York, en cambio perjudican a las ratas que viven fuera del perímetro, porque las fuentes de alimento disminuyen.
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