Escena: Un barracón de madera en un aeródromo alemán durante la Primera Guerra Mundial. Es tarde por la noche. Manfred von Richthofen, conocido como el Barón Rojo, está sentado en una silla de madera con la chaqueta de vuelo aún puesta. Sobre la mesa frente a él hay un trofeo: un fragmento de un avión francés abatido. Su hermano menor, Lothar, entra en la habitación con una taza de café caliente.
Lothar: (Sonriendo mientras se acerca) Manfred, ya están diciendo por todo el aeródromo que has sumado otra victoria. Los hombres casi parecen aliviados. Cada vez que sales, la tensión se palpa en el aire.
Manfred: (Mirando el trofeo sin alzar la vista) Otra victoria, sí. Pero cada vez se siente menos como un triunfo, Lothar. Hoy me encontré cara a cara con un piloto francés que apenas tenía edad para afeitarse. Dio pelea, pero… no me duró mucho.
Lothar: (Sentándose frente a él, animado) Hermano, eso es lo que somos. Los mejores en los cielos. El enemigo lo sabe, y por eso tiembla cuando ve nuestras insignias. ¿Qué te pasa? Pareces… distante.
Manfred: (Finalmente alzando la mirada, con un semblante sombrío) Desde que estuve en ese hospital de campaña, algo cambió en mí. No sé si fue la herida o el tiempo para pensar. Cada vez siento más que este conflicto se está deformando. Lo que comenzó como un duelo entre caballeros se está convirtiendo en algo vil. Ametrallar civiles, atacar ambulancias… Eso no es guerra, Lothar. Eso es barbarie.
Lothar: (Con tono serio, inclinándose hacia él) ¿Esto tiene que ver con Hermann? Sé que sus métodos no son… tradicionales, pero él no ve esto como tú. Para él, ganar es lo único que importa.
Manfred: (Golpeando la mesa suavemente con la mano, frustrado) Pero para mí, lo que importa es cómo ganamos. Si olvidamos la decencia, ¿qué nos queda? El cielo siempre fue un lugar limpio, Lothar. Por encima del barro, por encima del caos de las trincheras. Pero ahora… ahora está ensuciándose también.
Lothar: (Suspirando, cruzando los brazos) Escucha, Manfred. Somos pilotos. Somos la élite. Eso significa que debemos hacer el doble para conseguir la mitad. Sí, las reglas están cambiando, pero no podemos darnos el lujo de dudar. Si lo hacemos, perdemos. Y si perdemos, no solo nosotros sufrimos, sino nuestros hombres, nuestras familias, nuestro país.
Manfred: (Con un leve movimiento de cabeza) No temo morir, Lothar. Lo sabes bien. Pero temo que cuando llegue ese día, seré recordado no por quién fui, sino por lo que esta guerra me obligó a hacer. No quiero que mi nombre se asocie con algo tan bajo como disparar a una ambulancia.
Lothar: (Con voz firme) Y no lo será. Tu legado está asegurado, Manfred. Mientras estés aquí, asegúrate de mantener tus principios. Si el cielo se ensucia, sé tú quien lo limpie.
Al día siguiente, en el aeródromo. El sonido de un motor de avión aliado llama la atención de los hombres. Desde el cielo, un avión francés lanza un paquete que cae cerca de los barracones. Los soldados corren a recogerlo y lo llevan al cuartel del Barón Rojo. Manfred y Lothar abren el paquete y encuentran una nota escrita a mano.
Manfred: (Leyendo en voz alta, con incredulidad) "Al personal del JG 1: Con gran pesar les informamos que el Capitán Roy Brown ha abatido a su líder, el Barón Rojo, en combate aéreo. Honramos su valentía y habilidad como aviador. Firmado: el Escuadrón 209 de la RAF."
Lothar: (Mirando a Manfred con el ceño fruncido) ¿Qué clase de broma es esta? Estás aquí, de pie, leyendo la carta. Esto es un juego psicológico, para sembrar el miedo.
Manfred: (Sonriendo levemente, con una expresión melancólica) Quizá sea una advertencia, Lothar. O quizá una premonición. No lo sé. Pero si mi tiempo llega, que sea en el cielo, con honor. No como los que han olvidado lo que significa volar por algo más grande que ellos mismos.
Lothar: (Colocando una mano en el hombro de su hermano) No será hoy, Manfred. Hoy sigues siendo el mejor.
Manfred: (Mirando al horizonte, con una mezcla de determinación y resignación) Por ahora, Lothar. Por ahora.
El rugido de los motores de los Fokker Dr.I se escucha mientras los pilotos se preparan para otra salida, y el Barón Rojo camina hacia su avión, con la misma mezcla de valentía y melancolía que lo ha definido siempre.
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