sábado, 28 de noviembre de 2009

ABC de los dioses egipcios. Una conferencia de Eduardo Swartz


Eduardo Swartz es un egiptólogo argentino afincado en París. Con su deje porteño nos ha mostrado una exposición de la simbología egipcia. Ha insistido en que el pueblo del Nilo pensaba de una manera muy distinta.

La segunda parte de la exposición ha estado destinada a los dioses y es a ellos a los que dedico esta entrada.


Cada dios egipcio tiene un nombre que lo identifica, una función, y una forma o varias con las que actúa en un momento concreto.

Todos ellos provienen de un lago primigenio cósmico de donde provienen los padres de todos los dioses, Lo Seco y Lo Húmedo. Estos dioses engendran otros dos de naturaleza también cósmica, Nun (El Cielo), una diosa, y Geb, la Tierra, un dios masculino. Son ellos los padres de Osiris y Mut, los dioses de lo humano. Su hijo único es Horus, el Halcón, un protector de la realeza.
En Menfis, la Triada principal de dioses consistía en Ptah (masculino) y Sekhmet, la Leona. Como hijo de la pareja divina ocupa su puesto un dios de eterno aspecto juvenil, Nefermut.

En Saqara, el dios principal era Ra, una manifestación del Sol en sus cuatro estados, representados sucesivamente por un escarajo (Kepher, el amanecer), un halcón (Sokhar, el cenit), un anciano decrépito con bastón (el ocaso) y un dios carnero cuya misión es empujar la barca de Ra hacia un nuevo día.

Nunca había mostrado interés por la mitología egipcia, que es conceptual y bastante complicada por ello mismo. Otra hija de Ra es Maat, que representa la Verdad, la Justicia y la Fraternidad. Quizá este concepto sea el más revolucionario de todo lo que venía aparejado con lo de ser un antiguo egipcio.

Todos los años los campos se inundaban de una manera distinta, por lo que todos los egipcios, desde el poderoso faraón hasta el más olvidado esclavo doméstico tenían que colaborar, porque una sóla dejación de funciones podía perjudicar a todos los hombres de la Tierra Roja de Egipto. Todos los campesinos tenían conocimientos de agrimensura, porque todos los días la cantidad de tierras cultivables no era la misma. El 30 por ciento de la población podía actuar como escriba, y es posible que se vieran obligados a hacerlo.

Por este principio de Maat, el faraón se comprometía a no actuar como un dictador y garantizar la unión de los vivos con los dioses y la armonía. Si el faraón no suministraba ropa o alimentos o no aportaba seguridad y trabajo a su pueblo, los plebeyos podían negarse a trabajar, como ya pasó con los trabajadores de la necrópolis en tiempos de Ramsés III.

Era Maat, la necesidad de impones la armonía divina en el imperfecto mundo de los hombres lo que explica que el pueblo egipcio se convirtiera en una superpotencia durante la Edad del Bronce, o que no hubiera tenido que sufrir bajo el yugo de faraones opresores.

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