domingo, 8 de noviembre de 2009

Dan Brown y los masones


Un grupo de conjurados se ha reunido en la Logia. Tras unos oscuros rituales se disponen a celebrar un conciliábulo para dominar el mundo. Esta descabellada fantasía acerca de la sociedad de los masones es recurrente. Pero, ¿es cierta? La respuesta es que no.

Es cierto en que los papeles desclasificados de las logias aparecen nombres como el emperador Napoleón o el presidente de los Estados Unidos Theodore Rooselvelt. Pero lo cierto es que las logias son muy independientes entre sí y hasta podrían tener problemas para planear algo juntas. "Los ideales de la masonería tienen que ver con la fraternidad universal son compartidos por todas las logias, a pesar de las diferencias políticas y nacionales", dice Kinney, un historiador masón.

Tomemos como ejemplo a los Estados Unidos de América. Hay una logia para cada estado de la Unión. Los masones norteamericanos tienen una sola voz frente a sus colegas europeos, pero para los asuntos domésticos son capaces de no reconocer como masones a sus colegas de otros estados.

Para ser aceptado como masón, el aspirante tiene que creer en alguna clase de Dios. La mayoría de los masones son cristianos, aunque los judíos ortodoxos y los musulmanes también pueden acceder a las logias. De hecho una de las tradiciones de las logias es que las discusiones y matizaciones teológicas están vetadas.

Pero aún así. en 1983, el Papa Juan Pablo II declaró:"Los católicos inscritos en las asociaciones masónicas están implicados en pecados graves y no pueden acercarse a la Sagrada Comunión". Lo que no explica el prelado polaco es en qué consiste ese pecado.

A diferencia de otras organizaciones como el Opus Dei, los masones no reclutan miembros sino que se reunen para decidir si aceptan a los que se acercan a ellos por propia vuluntad.

El historiador masón Kinney dice:"Cuando la masonería alcanzó su máximo nivel en los Estados Unidos fue durante la década de 1950. Casi 1 de cada 10 miembros elegibles acababa como miembro"

La fantasía de la sociedad secreta ávida de poder, sin duda, procede de otra anterior, los Iluminati, de la segunda mitad del siglo XVIII. Sus miembros, hijos oscuros de la Enciclopedia y de la era de la Razón, decidieron conspirar para asesinar al Duque Elector de Baviera. El complot sólo fue desvelado por la muerte accidental de un adepto en una posada. Sobre el grupo cayeron en un tiempo relativavente breve una combinación de aristócratas y jesuitas. Sólo unos pocos miembros pudieron escapar de los estados alemanes, entre ellos el cabecilla, Adam Weishaupth. Cuando pocos años después estalló la Revolución Francesa, muchos observadores no lo vieron como un estallido popular espantáneo sino como algo más siniestro y orquestado por las sociedades secretas. Y no nos deshacemos de ese mito, quizá porque a partir de 14 de julio de 1789 aprendimos a desconfiar del poder tanto como desconfiamos de nuestra buena voluntad.



Dan Brown nos dice que los masones esconden un tesoro templario. Es cierto que los templarios tenían gran cantidad de dinero en 1305, año de la disolución de la Orden. También es cierto que Felipe el Hermoso, rey de Francia (uno de sus más lamentables reyes, por cierto) estaba al borde de la bancarrota por culpa de sus campañas militares en Bélgica. Había devaluado más de una docena de veces la libra tornesa, creando una terrorífica inflacción. Así que tras la muerte de Jacques de Molay en la hoguera en 1308, la primera intención de Felipe el Hermoso fue gastarse el dinero de los templarios, sin cambiar un ápice su política.



Dan Brown también explica que el símbolo del ojo que todo lo ve es masónico, cuando en realidad fue creado por el artista Pierre Du Simitiere, que nunca estuvo en una logia. El ojo representa la dirección divina del destino de los Estados Unidos y sus ciudadanos. Fue propuesto por Charles Thomson en 1782, un año después de que terminara la Revolución Americana. Aludió las veces en que la Providencia Divina había apoyado a los milicianos del Congreso Continental durante ese conflicto. Ben Franklin, que sí era masón, propuso otro modelo del sello de la nueva nación con otros símbolos. Su propuesta fue rechazada de plano.

Brown afirma que los masones están detrás del entramado filosófico de la Revolución Americana. Aunque sabemos que 9 masones firmaron la Declaración de Independencia y otros 13 miembros de diferentes logias firmaron la Contitución lo hicieron porque eran ilustrados, no masones. Las Actas Intolerables hacían que los colonos se sintieran ciudadanos Ingleses de segunda y por eso declararon las hostilidades arrojando cajas de té por la borda de tres cargueron en el puerto de Boston.

También debemos pensar que muchos masones cruzaron el Atlántico vistiendo el uniforme británico. "El objetivo de la masonería es unir a los hombres como hermanos, no imponer visiones políticas", asegura Kinney.

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