lunes, 1 de noviembre de 2010

Una profesión peligrosa.


Hay trabajos que, aunque son académicos, son más peligrosos de lo que parecen. En algunos países ser sacerdote, actor porno, historiador, arqueólogo o filósofo, equivale a jugarse la vida todos los días. Quiero aprovechar esta entrada para documentar lo peligroso que era ser arqueólogo en la China del siglo XX, en medio de espectaculares convulsiones políticas.

En 1899 un chino aquejado de malaria adquirió un remedio tradicional para combatir esa enfermedad, consistente en un peto de tortuga. Se suponía que parte del remedio era este hueso triturado. Pero nuestro avispado hombre descubrió unas inscripciones con más de 3000 años de antigüedad, procedentes de la dinastía Shang, el equivalente a los europeos de la Edad del Bronce en Europa. Los textos estaban escritos en unos ideogramas chinos arcaicos y expresaban noticias como: "El parto de la reina Hao saldrá bien", o "Durante los próximos diez días no habrá desastres".

En la inscripción el adivino del monarca predecía nacimientos, cosechas, el resultado de las batallas y otros asuntos de gran importancia. Yang Jirong, experto en textos antiguos, empezó a comprar caparazones de tortuga antiguos, para poder descifrarlos a su sabor. Tuvo que parar en 1900 por culpa de la guerra de los bóxer. La reina Ci Xi utilizó a estos rebeldes nacionalistas para azuzarlos contra la dominación de las potencias imperialistas europeas. Wang, funcionario de la dinastía Qing, asumió el mando de una de estas milicias. El 14 de junio de 1900, las victoriosas tropas estadounidenses y japonesas entraron en Pekín. Wang se suicidó bebiendo veneno y arrojándose a un pozo.

Cuando los comunistas llegaron al poder en 1949, los arqueólogos chinos se las prometieron felices. Mao fundó el Instituto de Arqueología y su gobierno subencionó publicaciones y boletines internos para las universidades. Pero la pretensión del Partido es crear una cronología histórica artificial que presente el nuevo régimen político como la evolución inevitable de la cultura china. Pueblos del Neolítico como los yangshao son presentados como comunas modelos.

En 1966 el idilio entre los arqueólogos y el pueblo chino llega a su fin con el comienzo de la Revolución Cultural. Los arqueólogos y los historiadores son considerados elementos subversivos que hay que reeducar y miles de ellos son reciclados como obreros fabriles o peones agrícolas.

En 1974 se encuentra durante unos trabajos agrícolas la timba de Quin Shi Huang Di, el malvado y ambicioso unificador de China. Y en 1976 aparece la tumba de la reina Hao, de la dinastía Shang, con mas de 1900 objetos como ajuar funerario.

En la nueva China, creada der Deng Xiaoping - el Pequeño Timolel- los arqueólogos pueden trabajar sin presiones expeciales, y también pueden invitar a arqueólogos occidentales a trabajar en sus campañas de excavación. El 1995 el gobierno patrocinó un proyecto para encontrar información sobre las tres dinastías iniciales: los Xia (algunos eruditos dicen que aquí nos topamos con el mundo de los mitos), Zhou y Shang.

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